Sobre la reciente presentación de la antología poética “Cantos para el viento”, en beneficio de la investigación contra el cáncer, en la Casa de Aragón en Madrid
El pasado día 20 de septiembre tuvo lugar la tercera presentación del libro “Cantos para el viento”, cuyos autores gráficos y literarios han cedido todos los beneficios que se obtengan de las obras con las que participan al Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas. Y se celebró esta tercera presentación en la Casa de Aragón en Madrid no sólo por servir a la causa mencionada, sino también porque son varios los autores aragoneses que han participado en este libro: la turolense María Ángeles Espílez contribuyó a las ilustraciones con una colorista interpretación de Alejandra Pizarnik, y su hermano Felipe Espílez, la bilbilitana Blanca Langa, la alborgina de la Ribera Baja del Ebro Elena Peralta, y la que esto escribe, Susana Diez de la Cortina Montemayor, natural de Huesca, se cuentan entre los escritores que han cedido la recaudación de los derechos de autor de sus poemas para la investigación contra el cáncer.
Pero no es de los poemas de estos aragoneses de los que quiero hablarles hoy, sino de los de su antólogo, José Luis Pérez Fuente, quien también participaba en la obra con uno de sus poemas, pero que, por un exceso de modestia, se abstuvo de leerlo en la presentación como los demás autores, alegando que no quería tener el doble protagonismo de participar en el acto como poeta y como coordinador literario de la antología; de modo que lo hizo, tan generosamente como suele, sólo en calidad de esto último.
Sin embargo, quisiera rendirle hoy un pequeño homenaje y, al mismo tiempo, un acto de justicia reseñando brevemente sus dos libros de poesía. No es la primera vez que menciono en esta columna el nombre de José Luis Pérez Fuente; lo hice ya, hará casi un año, en otro de mis artículos publicados aquí, el titulado “Días de vino y versos”, que escribí con motivo de la VII Copa de Letras, en la que José Luis Pérez Fuente participó y nos leyó, entre otros, su poema “Volar”(1). Se trata del segundo poema de su primer libro de poesía, en el que, poniéndose en el lugar de un abejorro zumbando contra un cristal, el propio autor se compara con un moscardón y nos relata sus topetazos contra la “dura transparencia”. Y es que José Luis, a través de los versos de su heterónimo literario Jaco Liuva, más allá de ser ese autor en constante diálogo con la literatura, como tantas veces se ha dicho sobre él, más allá de la denuncia social y del juego metaliterario y experimental, es también un observador muy atento de la naturaleza, sobre la que reflexiona en clave poética llegando, para mi gusto, a grandes aciertos, como cuando repetidamente habla, en su segundo libro(2), de las cigüeñas:
PROGRESO
Majestuosa y pacífica cigüeña,
fiel a tus instintos y tradiciones:
mis brazos vuelan contigo buscando corrientes de aire;
mis oídos se llenan de vida
cuando tu crotorar despierta la primavera.¿Qué ocurrió con tus lejanos antepasados?
Ellos fueron, quizás,
enormes y fieros saurios…
pero la evolución os relegó
a poéticas aves zancudas,
a ser símbolo de la suerte
o dulces mensajeras infantiles.
¿Sabrías tú decirme por qué el hombre,
a pesar de sus avances,
sigue siendo, en sobradas ocasiones,
tan cruel?
EL ALETEO DE UN POEMA
La poesía se hace vuelo
cuando las cigüeñas
acompañan
a sus zancudos vástagos
al primer planeo
sobre la tierra
que los acoge.
Vaya, pues, nuestro doble agradecimiento para José Luis Pérez Fuente, no sólo antólogo, sino también autor del libro de poesía “Cantos para el viento” al que deseamos una muy larga vida de reimpresiones y nuevas presentaciones por todo lo largo y ancho de nuestra península.
(1) Pérez Fuente, J.L.: Poesía sobre todo: 101 tentativas de Jaco Liuva. Ed. Poesía eres tú, Madrid, 2015. Pag. 17
(2) Pérez Fuente, J.L.: Poesía para todo: 66 experimentos de Jaco Liuva. Ed. Rilke, Madrid, 2016. Pág. 110 y 112
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