Vaya por delante que fui objetor de conciencia, vaya por delante que nunca he tocado un arma, y que me gustaría que no existieran los ejércitos. Esta tarde he revisado (por y con curiosidad) los países que no tienen ejército en el mundo: San Marino y algunos islotes perdidos.
Las academias militares son legales. Es una salida formativa (inciso: puestos a elegir prefiero militares preparados en academias, que los simpáticos chicos aficionados de la mili con escaso tiempo de formación pero armados como profesionales). Es posible que a Ada Colau no le gusten las academias militares, a mí tampoco me seducen. Por eso ninguno de los dos hemos ido a ninguna. Pero ¿No tiene derecho una actividad formativa legal y patrocinada por el estado a ofertarse en un salón de la educación?
Las academias militares se han convertido en una salida laboral para pobres en tiempos de crisis. Trabajo estable y bien pagado. Es una opción.
Obviamente no coincide con la ideología de Colau. No le gusta. Detesta esa opción. Pero eso no es un argumento para negar un derecho a nadie. ¿Por qué no impedimos la oferta de las carreras cuyos titulados acaban fabricando pistolas o bombas de racimo? ¿O centrales nucleares? Lleguemos más lejos: prohibamos que hagan publicidad las facultades de periodismo patrocinadas por organizaciones religiosas cuyos titulados salen con claro sesgo ideológico y fomentan el odio.
¿Seguimos?
Los que deseen estudiar en academias militares (nos guste o no) tienen derecho, les amparan toneladas de leyes, los interesados tienen derecho a conocer la oferta educativa en ese campo. Forman parte del plan Bolonia y del plan educativo en general.
El que gobierna en un país o en una ciudad lo hace porque ha conseguido la mayoría, pero no es el sesgo ideológico de esta mayoría lo que hay que inocular al resto . Por más que la minoría sea de uno solo, los derechos se mantienen igual. Democracia frente a totalitarismo.
La libertad no solo es pensar lo que a uno le dé la gana, es también defender el derecho de los que no piensan como tú a expresarse tener el espacio que le permita la ley.
Eso es a mi juicio libertad. Luego acercarse al responsable del stand a dar el recado: “no te ajunto” allí, en vivo y en directo, con los periodistas delante. Decirlo así, al “encargao” de la caseta, aprovechando que “mira por donde” están estas cámaras por aquí, forma parte de esta política de gran hermano (el de la tele y el de Orwel) en la que nos estamos sumergiendo.
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