Lambán es nuestro Presidente. También es el Secretario General del PSOE aragonés. Lambán gobierna en coalición con CHA. También gobierna gracias (y sobre todo) por el apoyo parlamentario de PODEMOS. Lambán es un hombre menudo, enjuto, y mal afeitado pero su aspecto no puede conducirnos a error: ha llegado donde ha llegado por méritos propios. Como todos, antes de Presidente de la DGA ha sido Presidente de una diputación provincial, y eso, al parecer, marca un estilo.
En estos días de miedo y dodotis en las sedes del PSOE siempre surge algún Lambán para tranquilizar a los militantes y simpatizantes destilando ideología en sus propuestas políticas y comentarios públicos. Este pasado fin de semana Lambán se sumó al rosario de declaraciones habituales en periodo preelectoral y lo hizo con unas palabras que, al menos, a mí, no me han dejado indiferente.
“No puede protagonizar el cambio político en España una amalgama de personajes que van desde un general antimilitarista, [en referencia al exJemad, Juliio Rodríguez] hasta un sindicalista salteador de supermercados pasando por el liderzgo moral de ese adalid de la modernidad que se llama Julio Anguita«.
Esta reflexión, puesta así, sin contexto, podría venir firmada por el mismísimo Eduardo Inda, Francisco Maruhenda, José María Aznar, María Dolores de Cospedal o incluso Albert Rivera, todos ellos reconocidos y reconocibles demócratas de toda la vida, pero no, estas palabras son del secretario general del PSOE aragonés el pasado domingo en Madrid al finalizar un acto electoral del PSOE.
Yo no sé si se habrá arrepentido al coger el AVE y ver la parada de Calatayud o si por el contrario se reafirmará en las mismas al bajarse en Delicias, no sé si habrá sido un calentón más propio de una reunión hooligans que de un Presidente que sabe que el lunes por la mañana tiene que llamar a Echenique para sacar adelante un par de temas menores en el parlamento aragonés, o si son unas declaraciones medidas ya que su carga ideológica está más orientada hacia los comunistas que hacia los bolivarianos. Y es que en ese ramillete salen todos los fantasmas del pasado del PSOE, reaparecen los cadáveres del felipismo, las viejas heridas nunca cicatrizadas que supuran pus y hiel: el antimilitarismo que es obvio relaciona con su cambio de posición de la mañana a la tarde con respecto a la OTAN y la indigestión que supuso el movimiento insumiso y de objeción de conciencia, movilización que resolvió con juicios y cárceles para un buen número de jóvenes pacifistas hispanos; su primera huelga general, esa del 14D, la que paralizó el país y supuso el principio del fin de la UGT, aseteada desde las propias filas del PSOE cuando descubrió que España era el país más fácil para enriquecerse y propició la cultura del pelotazo con los ministros Boyer y Solchaga; y la voz de la ética, ese Pepito Grillo que durante años obró como conciencia pública de la izquierda española con propuestas tan revolucionarias en su momento como que se cumpliese la Constitución, pero toda, no sólo algunas cosas.
Quizá lo más duro sea rememorar aquellos años y verse en el espejo de la actualidad, comparar figuras y trayectorias y poner uno frente a otro a Felipe y a Anguita.
Es triste ver a los Lambanes de toda España vomitando la propaganda de los Jiménez Losantos y Cia. Es triste ver en lo que ha terminado un partido de más de 100 años de historia que en algún momento reciente todavía se inclinó por la socialdemocracia, un partido que concitó apoyos de la cultura y la intelectualidad (recordemos aquello de los de la ceja) y que ahora basa sus esperanzas en viejas glorias felipistas atenazado por sus propios fantasmas.
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