Le quedó muy poético a Valle aquello del esperpento. Pero debemos de asumirlo no llegamos a esperpento. Lo nuestro es el sainete o mejor la astracanada . En el arte y en la vida. Somos así. Al igual que los americanos tienden al melodrama ampuloso, con música empalagosa y final con bandera o beso, nosotros siempre acabamos en la comedia subida de tono.
Recuerdo siempre esa película americana: “Campo de sueños”, una figura legendaria del beisbol se le aparece a un agricultor en espectro, le dice que deje el sembrao y construya un campo de beisbol. Y el tipo lo hace: lágrimas, abrazos, empalagosidad. Imagínense a un labriego español en plenos Monegros y que se le aparece el espíritu de Diestefano diciendo que deje la labranza y haga el Bernabéu en Sariñena. Ya estoy viendo las caras y visajes de Martínez Soria. No es concebible en España. Esa imagen del policía sitiado por terroristas, que lanza un mensaje de amor por la megafonía a su señora, mientras sus compañeros lloran.. ¿Se imaginan a la benemérita en este trance? No puede ser. ¿Qué hubieran hecho un grupo de chavales del extrarradio con un bicho como ET? No lo quiero pensar. Menudas pedradas.
El arte es puro espejo de la vida, me he acordado de eso estos día con el caso de corrupción en Murcia. Cuando todo parece chungo a la par que serio. Ahí aparece la frase mágica: “Murcia a tope”, y de golpe tenemos la astracanada, todo se vuelve liviano y fallero, con esa sola frase de barra de bar. “Esto hay que celebrarlo con un volquete de putas”-dijo el otro- de golpe una película seria de corrupción a gran escala se transforma en puro cine de destape.
El mismo caso Barcenas, en América podría dar para una policiaca, o de investigación seria, quizá no una obra maestra pero por lo menos para llenar una sobremesa de sábado. Pero aquí… cuando la cosa parece que se va a poner seria aparece Cospedal con un monologo sobre el diferido que firma Antonio Ozores sin dudar, o un tipo disfrazado de cura se mete con pistola falsa en casa del interfecto y secuestra la familia, tiene ambiente sainetesco pero hemos de reconocer que es una escena que le hubiera encantado al surrealista Buñuel. El propio Barcenas se presento en una comisaría a denunciar al PP, en persona. No puedo imaginarme la escena sin ver al del mostrador con la cara de López Vázquez, a Ciges de ayudante, y a Agustín González de comisario jefe. Barcenas lo veo interpretado por Sancho Gracia. Pedazo de comedia en plano secuencia de Berlanga. Es así, has el mismísimo Roldán. Después de poner en jaque al estado entero, apareció en interviú en una castiza orgia que hubiera filmado Mariano Ozores en Benidorm con un título como “Operación interiores” por supuesto con Esteso y Pajares.
Podemos viene a renovar la política y se han unido a la fiesta. Todo empieza con el asunto de la cocacola, un asunto que huele a cine social y combativo.. Trabajadores en huelga y los chicos de podemos piden boicot al refresco. Solidaridad nacional. Podemos en el senado Ramón Espinar, pide que se retire la cocacola del bar del Senado. Todo huele a drama de Ken Loach y entonces (el mismo día que de la petición) Ramon Espinar se pide dos cocacolas en el restaurante (del Senado). Magistral todo lo que viene luego: disculpas, llamadas a la solidaridad, insultos y halagos tiene un aire chusco. Ya nadie se puede tomar la cosa en serio. El político tomando cocacola en el bar donde quería prohibirla es una comedia con toques absurdos.
Mientras escribo estas líneas veo a Rufían en la televisión. Acaba su intervención en una comisión de investigación con la frase: “Hasta luego gánster nos veremos en el infierno”. No es una broma. Lo dice en serio. El chico debe pensar que está en una película de Clint Eastwood y solo está en una astracanada (además española) Astracanada: La astracanada o astracán (de Astracán, ciudad rusa del Caspio) es un subgénero teatral cómico muy popular en los escenarios españoles durante el primer tercio del siglo XX, basado en una teatralización de la realidad, explota el uso del retruécano, de falsillas sentimentales y de situaciones disparatadas, a las que se supeditan los personajes y la acción, haciendo uso de juegos toscos de palabras, tipificación regional del habla, nombres propios que dan lugar al equívoco y al chiste, abuso del ripio, etc. En las astracanadas lo que importa únicamente es reír incluso a costa de la verosimilitud argumental, y a esa función se dirigen todos los demás recursos del drama.
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