En el fin de la tierra es la tercera novela de Rocío Castrillo (link a su blog), una escritora que apuesta por la autopublicación tras publicar sus dos obras anteriores, Ellas y el Sexo, y Una mansión en Praga, con editorial.
Rocío es periodista y cree en otra forma de hacer las cosas, abandona la línea tradicional para gestionar sus propios libros. Y ofrece muy buenos consejos en la red.
Tres novelas, tres géneros diferentes son palabras que la propia escritora usa. Hablaremos de El fin de la tierra, una novela que me sorprende que los lectores en general incluyan dentro del género negro. Ya sabemos que ahora todo es novela negra. Para mí, esta narración no lo es. En mi opinión, En el fin de la tierra es una novela de culpa, de búsqueda de identidad, de equivocadas reacciones humanas.
Es verdad que hay un cadáver, el de Ana, pero casi forma parte del escenario del crimen. No es importante quién mató a Ana. Es secundario, es casi la excusa perfecta para hablarnos del comportamiento que nosotros, animales supuestamente superiores, tenemos.
Así, Rocío, nos describe con un ritmo ágil, las diferentes reacciones humanas ante las situaciones inesperadas, y no todas son buenas. Comienza casi como una novela romántica para introducirnos a uno de los protagonistas de esta historia, Bernardo, un joven mujeriego al que la vida le hace, 25 años después, sentar la cabeza, y a Ana, su hija, fruto de una noche de pasión sin final feliz.
Bernardo carga con la losa de la culpabilidad durante toda la novela, Ana ha vivido en un mundo inventado para ella para alejarla del sufrimiento. Pero, ¿Cree el lector que la actitud de Bernardo es correcta? ¿Opinamos que la tía de Ana actúa correctamente al ocultarle el crimen?
Rocío parece plantearnos una decisión en cada personaje. Como actuamos ante los amigos, qué harías tú, si hubieses sido… ¿hubieses hecho lo mismo?
Este libro es una historia de actos y decisiones difíciles, con las que no siempre el lector está de acuerdo. Cada personaje tiene que tomar la suya, y Rocío los define bien dentro de su papel. Una historia de errores, de culpabilidad arrastrada, de amistad. De actitudes negativas y aislamientos. De miedos, muchos miedos. Y de cobardía. Cada personaje parece llevar su losa. Y eso enriquece mucho la trama.
Comprensión y perdón también tienen hueco dentro de estas páginas, que no solo de maldad y egoísmo vive el hombre.
El lenguaje es cuidado, rápido, directo. Una novela sobre la vida, donde los malos no son tan malos, solo son esclavos de sus circunstancias, y los buenos… ahí sí, quizá son demasiado buenos. Pero, ¿quién dice que ahí fuera no hay gente buena? La hay, por supuesto, y la literatura nos lo debe recordar.
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