La verdad es que no dejan de sorprender los tertuliatodo radiofónicos. La última y apasionante empresa que han acometido ha sido, está siendo, el acoso y derribo del nuevo PSOE de Sánchez. No pierden oportunidad, que si la democracia interna, que si las minorías, que si el respeto territorial… pero el asunto del CETA se ha convertido en el ariete de acero sueco durante la pasada semana. El tratado de libre comercio entre la UE y Canadá de bienes y servicios, ojo a esto último, que es lo polémico, los servicios, y el cambio de posición del PSOE en 24 horas ha provocado una ola de pánico entre la legión de voceros del régimen que han salido en tromba contra la apurada decisión del PSOE.
No voy a entrar a desmenuzar el CETA, entre otras cosas porque no dispongo de los conocimientos suficientes para hacerlo aunque puede usted bucear por internet donde encontrará artículos e incluso videos bastante elocuentes. No, me conformo con reflejar en estas pobres líneas un estado de ánimo que podríamos llamar unánime entre los habituales de tertulias, mesas redondas y escribidores de columnas en los principales medios de comunicación: la podemización acelerada del PSOE y la necesidad de crear un cordón sanitario en torno a este partido, o más bien de Sánchez.
Quizá, y como resumen perfecto de lo que digo, sea el comentario de unos de esos tertulianos que me llamó poderosamente la atención, diálogo que trataré de resumir aquí. Llevaban ya un rato criticando con dureza inusitada la decisión del PSOE y por lo tanto al propio PSOE con una lluvia de improperios que rayaban el insulto cuando saltó el argumento principal: “Mira, yo del tratado no tengo ni idea, no lo he leído y además es tan complejo que seguro que no entendería lo que pone, son cientos de páginas, así que sobre los argumentos que ha expuesto la Presidenta (del PSOE) no voy a entrar” a lo que respondió otro de los habituales “no, no, eso es verdad, del CETA no podemos hablar porque no tenemos conocimiento, pero lo que ha hecho el PSOE es…” y continuó con una crítica mordaz mientras el resto de participantes en la mesa le jaleaban con olés y alguna aclamación.
Una semana escuchando diversas emisoras de radio, leyendo columnas de opinión, viendo tertulias políticas televisivas que se resumen en las frases antedichas es una semana de lluvia fina que aparentemente no moja pero cala hasta dentro.
Ese tipo de comentario político no es nuevo. Lo sufrió IZQUIERDA UNIDA hace muchos años cuando al argumentario político se respondía con memeces y eslóganes de tirada fácil como la pinza al punto de crear una sensación entre la opinión pública de radicalismo místico apodando a Julio Anguita como El Califa. Recientemente lo hemos vivido ante el surgimiento de PODEMOS, una batería de chorradas y mentiras repetidas una y otra vez según la escuela goebeliana; y ahora todo aparenta a que, según las decisiones políticas que pueda ir adoptando, al PSOE se le aplicará la misma medicina.
¿Importan los argumentos, lo racional del discurso? No, en absoluto, lo necesario es moverse en lo emocional, crear un sentimiento, una idea difusa que descalifique de principio al contrincante. Una vez conseguido ese ambiente, el receptor, es decir, la ciudadanía, está preparado para rechazar cualquier tipo de discurso, no en función de lo que dice sino de quien lo dice.
Los nuevos apestados
Por Jesús Pérez Navasa
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