Resulta tan asombroso como triste, constatar cómo todos los grupos políticos del Ayuntamiento de Huesca se ponen de acuerdo para derribar una parte del conjunto del antiguo Seminario, estructuras del siglo XVI entre otros elementos esenciales, sin dar explicaciones a la ciudad al adoptar una resolución que destruye patrimonio y por tanto nos hurta capítulos de historia. Pero todavía es más preocupante la incomprensible decisión adoptada sin el concurso de la Comisión Provincial de Patrimonio, que no ha sido consultada a este respecto para evitar una posición contraria al proyectado destrozo. El director general de Cultura del Gobierno de Aragón ha ignorado a la Comisión para zanjar con una decisión política una cuestión que requiere de un sereno debate técnico y científico. El Ayuntamiento y el director general le han servido a la Universidad de Zaragoza una solución de circunstancias para borrar de un plumazo veinte años de inacción en el inmueble y siglos de evolución urbanística y arquitectónica de un complejo señero en la ciudad. El Seminario es el síntoma de una grave enfermedad política que aqueja a los concejales mandato tras mandato, el desdén hacia el patrimonio histórico y monumental.
La misma Comisión municipal de Urbanismo que perpetra el atropello al viejo Seminario también sanciona el derribo de una construcción singular en la plaza de San Pedro, brindando otro ejemplo de incuria y desafección. En este caso, además, desoye a la asociación Osce Biella, quien solicitó que se mantuviera la fachada, pero, al parecer, se ha cifrado en 50.000 € la pretensión conservacionista y nuestro Ayuntamiento es más partidario de financiar ocurrencias disparatadas que de preservar el legado histórico. La iniciativa popular, la del barrio y las 1.200 firmas que reclamaban la integridad del Seminario o la propuesta de ubicar en ese espacio el Archivo General de Aragón, no conmueven a los munícipes erigidos en jueces inapelables imbuidos de ciencia infusa.
Tampoco se dejan interpelar por el desamparo, que se cifra en lustros, de solares como el de Vilas, el de la calle Artiga con Vidania o el de Zarandia, por citar algunos. Las prospecciones arqueológicas allí emprendidas quedaron abandonadas, las prescripciones dictadas en su día por la dirección general de Patrimonio fueron ignoradas y esas huellas del pasado se han convertido en escombreras del presente. El Círculo Católico es otro ejemplo irresponsable de esa enfermedad que corroe la memoria colectiva.
La primera comisión de Urbanismo del nuevo Ayuntamiento ha tomado dos decisiones lesivas para el patrimonio de la ciudad, pero mientras las piquetas no hagan acto de presencia habrá un resquicio de esperanza para nuestro pasado arquitectónico y monumental. Muchos vecinos y vecinas de Huesca estamos dispuestos a apuntalar ese resquicio, también a aplaudir al Ayuntamiento si es capaz de rectificar en beneficio del común.
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