Claro que, como se ve en otra variante del proverbio, “Por San Blas, la cigüeña verás, y si no la vieres, mal año esperes”, esas nieves no son las del “Año de nieves, año de bienes”, sino que se alude con ellas al final de los fríos consiguiente al aumento de las horas de luz; y así, se solía decir también: “Por San Blas, una hora más”.
Y es que los días luminosos nos hacen sonreír mirando al cielo con esa felicidad con la que los seres humanos miran todo aquello que proporciona calor a sus corazones, como pueden ser sus vástagos, o las personas de las que se enamoran: “Mira con cara risueña, por san Blas, a la cigüeña”. Tal vez por eso, febrero es también conocido como ‘mes del amor’. Pero, ¡ay!, bien sabemos qué locuras se gasta el segundo mes del año, en lo tocante a ambas cosas: el calor del sol desaparece en febrero de un día para otro, y el del afecto no le anda a la zaga en lo mudable: aquel calor que se recibió tan risueñamente como si se recibiese a la benéfica cigüeña, con apenas un doble tic no respondido en la pantalla del móvil puede transformarse en el cuervo negro de las sospechas, que se enroscan sobre los enamorados como una boa constrictor y acaban asfixiándolos de celos, con un amor de mala muerte…
Si ustedes, como yo, son de mucho refrán y de mirar a lo alto, por favor… ¡sonrían! La llegada del calor se ve mucho más clara en el cielo que en los teléfonos.
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