Dudaba si dedicar este artículo a Fuenteovejuna, a los Tres Mosqueteros o a los antiquísimos nostálgicos, aquéllos de Una, Grande y Libre. Ya sabíamos que grande y una no éramos, pero aún nos quedaba la ilusión de ser libres, hasta que llegó el bicho chino y nos instauraron la dictadura legal. Al final, ni dudas ni nada, porque lo de coincidir todos en la fase una fue un espejismo. De inmediato, pasaron los más espabilados a la dos.
La noticia, sin duda, es buena, pero tiene un trasfondo realmente malo para quien desde el principio ha defendido que la culpa de nuestra desastrosa gestión es de la política. A partir del “desescalado” (¡qué poquito ha durado lo de “desconfinamiento”!), todo será política. En aquella película de culto de Michael Curtiz al menos quedaba París. Aquí sólo nos quedará nuestra carroñera y abyecta política sentada sobre una pira funeraria de miles de cadáveres.
Si quisiéramos prescindir de rabia y de colores, el dato objetivo incontestable que tiene el gobierno en su contra es haber alcanzado la mayor tasa de mortandad de la Unión Europea, con permiso de Bélgica, que se queja de números no comparables porque ellos los cuentan todos y otros no. Cualquiera sabe que la cifra de contagiados oficiales es mucho menor que la real, porque no hay forma de censar a los que han evitado censarse. Pero yo creía en la de fallecidos, pues me parecía imposible no contar los ataúdes. Por lo visto es posible. O al menos, contarlos de diferentes maneras que las estadísticas funerarias. El número mensual de decesos en España está entre 35 y 36.000. En los últimos marzo y abril ha sido unos cien mil. ¿Cómo hablamos de 28.000 fallecidos por covid si en sólo dos meses ha habido 30.000? ¿O es que ha subido mucho los accidentes de tráfico por todas nuestras comunidades? Porque, excepto Canarias y Murcia, todas han superado sus habituales cifras. Y si aceptamos que la insularidad da un plus de protección, sólo nos queda Murcia.
Nuestro número real, según arriesgados calculadores, debe estar en el orden de los 46.000, lo que nos devolvería el primer puesto de la Unión y ya pasaríamos a multiplicar la mortandad de nuestro vecino Portugal, no en cinco y pico como creíamos, sino en nueve. Como el hombre es esclavo de sus palabras, no renunciaré a la mía. En eso, ya está el portavoz del gobierno, que empezó diciendo que esto era como una gripe para en dos meses hacer el papelón de seguir relatando, como si nada, la mayor pandemia de la historia. Dije que, si se elegía el camino del confinamiento, serían necesarios en España cinco meses (reconozco que pude exagerar algo) para asegurar el control de la epidemia.
¿Han visto en televisión la entrevista a una profesora de la Universidad de Lisboa, preguntada por la clave de su éxito? Dijo que son un país “homogéneo”. Gracias, profesora, no sólo por hablar en español, sino por hacerlo en nuestro dialecto político al que debe suponer usted que estamos acostumbrados. Para el que no lo esté, supongo que quiere decir que la discordia política se puso a un lado y que combatieron unidos contra el asesino invasor. Lo estoy comparando a nuestro “asimétrico”, que significa la continuidad de la dictadura y el reparto según las conveniencias políticas. La pregunta que pueden hacerme es, si Portugal eligió también el camino del confinamiento, ¿por qué liberar a todos a la vez mucho antes de los debidos cinco meses? Porque sus cifras son mucho más bajas que las nuestras en lo referente a la calle. Han sido tremendamente altas en residencias geriátricas (más de un cuarenta por ciento de sus muertos vienen de ese segmento) y sus supervivientes no van a pisar la calle.
Curioso que uno de los mejores y el peor compartan una larga frontera. Aquí también se da. La mejor, Murcia, tiene mucha línea común con la peor, Castilla-La Mancha. Sí, señores de Madrid, a fuerza de trabajar y sufrir lo indecible, de dejar un incontable número de sanitarios heridos (y algunos muertos), han perdido ustedes el liderazgo. Y eso que la agenda política los puso en el disparadero. El Govern de Catalunya no se cansó de decir que, de comenzar el uno de marzo, como querían, hubieran bajado considerablemente su cifra de muertos. El tiempo justo de celebrar su sarao con Puigdemont. No es creíble, pero sí es cierto que el sarao se lo llevaron a Occitania, que la distancia influye y aunque Cataluña sea una de las malas (muy afectada por el impacto de Barcelona) no es de las peores. La distribución en España es bimodal, y a la triste media nacional oficial de 60 muertos por cada cien mil habitantes (la real pasará, probablemente de 90) sólo se aproxima Aragón. Los demás, o buenos o malos. Pero lo son por algo. Las criticadas (posiblemente con razón) excursiones futboleras en un momento inoportuno tampoco tuvieron mucha influencia. Valencia está entre esas buenas que bajan de la mitad de la media, y enviaron aviones de aficionados nada menos a Lombardía. Está claro que para asesinar al enemigo había que clavarle el machete en el hígado y eso es lo que hicieron con Madrid y su 8 de marzo. Quinientos mil manifestantes, la mayoría en compactas filas en el gran infectódromo, de Cibeles a la plaza de España, y la tragedia estaba servida.
Ahora todo eso irá al olvido, sobre todo si los principales medios de comunicación siguen tan amables con el gobierno. No conozco ninguna fiesta de la victoria que se haya celebrado con banderas a media asta y funerales por los muertos. A mayor abundamiento, la OMS se suma al optimismo. El milagro esperado (la vacuna), ya tiene su plan B: el agotamiento del bicho. Por lo visto, después de devorar cinco millones de vidas, padece empacho. Así que el gobierno puede dedicarse a demoler críticas y a traspasárselas al enemigo. No olvidemos que las tres joyas de la corona (Murcia, Andalucía y Galicia) tienen gobiernos regionales de la oposición. Cierto que, salvo Andalucía, ninguna ha hecho gran cosa, y en el primer momento concedieron plena confianza al gobierno. Pero hay que apagar lucecitas, no sea que deslumbren a alguien. Y sacar el puñal del hígado de Madrid y ponerlo en manos de quien convenga denunciar.
No olvidemos que, además del milagro, el gobierno también tiene su plan B, anunciado con las debidas serenidad y discreción. Lo llaman “rebrote”. Para entendernos, es una recidiva que podría llegar en octubre. Si me dan a elegir, yo me quedo con el plan B del milagro, a ver si el maldito bicho chino revienta de una indigestión.
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