Susana nació en Huesca, vive en Madrid -donde colabora con la casa de Aragón y donde fundó la tertulia María Moliner-, pero también pertenece a Pontedeume, puesto que veranea en Ber y, más de una vez, organizó o colaboró en actos poéticos en Pontedeume. En el corazón de Susana, por lo tanto, hay tres patrias, en las que se incluye Galicia.
Es Licenciada en Filología Hispánica y profesora de Lengua y Literatura. Está ultimando actualmente una tesis doctoral sobre el verbo ‘soñar’. Colabora con artículos en Ronda Huesca y otros medios, tiene publicados los libros de poemas titulados Poesie (Turín, 1983), El castillo, La voz desnuda, La senda impar, El olivar azul, acaba de publicar Mutaciones y tiene en el horno, a punto de cocción, otro libro de poemas que se va titular Migraciones. Una muy poco breve biografía, con una extensa e intensa actividad.
¿Cómo lo consigues, Susana?
Soñando mucho, pero durmiendo poco, si me permites la broma…
Susana nos trae hoy aquí un ensayo con un título sugerente: La mujer y los sueños en el romancero, muy oportuno en este momento de reivindicación donde se abren frentes para que la mujer esté en el plano que le corresponde, esto es, en la misma dimensión del hombre. Este ensayo demuestra cómo, en el romancero, la mujer pasa de ser objeto a ser sujeto. Y esto tiene, ya de por sí, una importancia capital.
De siempre consideramos a la mujer de los tiempos que nos anteceden como personajes secundarios de una historia protagonizada y escrita por los hombres. Pero Susana nos dice que, lejos de ser únicamente compañeras de los hombres, son protagonistas de los romances como intérpretes de los sueños o como referentes de las figuras de tres arquetipos: Eva, compañera del hombre y también inductora al pecado, María, como salvadora que intercede entre los hombres y Dios, y Lilith, que es la transgresora, la que tiene conocimiento de la realidad transcendente y sobrenatural.
Susana, háblanos un poco sobre estas tres figuras y su importancia dentro del romancero. Sobre todo, de la figura de Lilith, la más desconocida.
Justamente los relatos de sueños del romancero fueron los que me permitieron comenzar a rastrear esa tercera faceta del imaginario femenino antiguo, que se correspondería también con la tríada clásica Diana-Juno-Minerva, porque Lilith, que aparece muy brevemente nombrada en el Génesis, representa como has dicho las características de rebeldía y al mismo tiempo encarna ciertos poderes sobrenaturales que luego la van a emparentar con las brujas, los súcubos e incluso los vampiros, en un proceso de malignización…Es la primera mujer de Adán, que lo abandona. El precio de su libertad e independencia es la demonización y la soledad.
˗Este libro tiene para mí unas cualidades especiales: se lee con facilidad, ya que te esmeraste en que fuese un libro divulgativo de un tema, aparentemente, para especialistas. Por eso, con tu capacidad de divulgación, al leerlo, las páginas se deslizan entre los dedos con alegría. Para mí es un libro río: según vas leyendo, te lleva a afluentes donde emergen nuevos temas de interés, a puertas que se te abren para mostrar nuevas propuestas.
¿Era esta tu intención al escribirlo, divulgar algo que estaba escondido entre los versos del romancero?
Sí, he intentado que el libro fuera lo más divulgativo posible, para dar voz a esas mujeres anónimas de nuestro romancero, y que pudieran ser conocidas por el público en general.
Mientras los hombres elaboraban una literatura culta, las mujeres, habitualmente sin cultura o analfabetas, trasmitían de forma oral cantares fáciles de ser popularizados. El cantar del Mío Cid fue fuente de muchos romances que extrajeron de esa gesta motivos para trasmitirlos de forma oral. Incluso, dices, existe la sospecha de que el Cantar del Mío Cid, fuese, en realidad, compuesto por doña Jimena: la mujer como creadora de los cantares de gesta y cantares épicos que dieron temas a los romances orales. Esto le da una mayor dimensión a la mujer, ya que, también en el romancero, se esconden los nombres de escritoras que fueron marginadas en toda la historia del arte.
¿Hay la posibilidad de que la mujer fuese la creadora además de la intérprete?
Sí, eso es obvio, porque hubo también mujeres cultas y letradas, principalmente religiosas, pero también entre las damas. Sin ir más lejos tenemos el caso de Florencia de Pinar, cuyos poemas fueron recogidos en el Cancionero General, del siglo XV, y que, tal como comento en mi libro, se oculta literariamente en la figura de un varón y dice: “yo ardo sin ser quemado/ en vivas llamas de amor/peno sin haber dolor/muero sin ser visitado”, utilizando el género gramatical masculino. Seguramente muchos poemas anónimos que aparentemente creemos obra de autores masculinos puedan serlo de escritoras mujeres.
La mujer como depositaria y transmisora del conocimiento de cómo interpretar lo onírico, me parece formidable. Convierte a los sueños en parte integrante de la realidad. La mujer pone en su lugar a una parte de nuestro ser que, por estar entre la nebulosa del sueño, parecía tener un valor secundario a la hora de elaborar la personalidad. Desde el momento en que las mujeres reelaboran la narrativa de los sueños, los sueños cobran realidad, desvelan el futuro dentro del romance. Por lo tanto, lo convierten en presente y modifican el comportamiento del soñador. Me viene a la memoria Macbeth, las brujas que anticipan y Lady Macbeth que, conociendo esas predicciones, actúa y hace actuar a Macbeth, y me recuerda a la Casandra de Troya, a la que en el mito griego se le daba la doble cualidad, muy significativa por ambivalente, de la que enreda a los hombres y la hermana de los hombres. Lady Macbeth encarna las dos posiciones, es más que hermana, esposa, e incita a Macbeth a cumplir las predicciones de las brujas. Claro que en Shakespeare está todo el universo humano con sus virtudes y sus defectos.
Y a mí me recuerda también al personaje protagonista de tu novela “O Escultor”, de ambiente tan onírico. Pero mira, esa transformación de la proverbial clarividencia femenina en brujería a la que aludías antes está muy presente en uno de los personajes históricos femeninos más interesantes de las historias gallegas, me refiero al caso de María Soliña, que vivió entre 1551 y 1617 aproximadamente, y que fue acusada de meiga y torturada por la Inquisición hasta confesarse culpable. Su caso es muy representativo de la instrumentalización que se hacía en muchas ocasiones de acusaciones como esta, que en el caso de María Soliña perseguían el objetivo de despojarla de sus bienes. Carlos Núñez tiene una versión musical preciosa de esta balada recreada por Celso Emilio Ferreiro.
Es muy interesante la vinculación de María, madre de Cristo, con la idealización que de la mujer se hace en los cantares cortesanos y su vinculación con el espíritu caballeresco.
¿Cómo ocurre esta transformación del ideal teológico a la idealización caballeresca?
Es consecuencia del amor cortés, una extrema idealización de las relaciones sentimentales basadas en el concepto feudal de vasallaje, y en una cierta divinización de la dama como ser superior a la que el caballero debe servir en cuerpo y alma.
A mí me gustaría comentar una anécdota en la que demuestro que hasta mediados del siglo pasado el romancero tenía vigencia. Recuerdo que, en A Coruña, en la zona de Fernández Latorre, donde se encuentra una escalinata que sube hasta la Calle Castiñeiras, al llegar a lo alto de esta escalinata, aún hay un recodo con una balaustrada, y allí, en algún momento de los años 1964 o 1965, vi y oí a una señora tañendo una especie de bandurria y cantando unos romances que hablaban de sucesos truculentos, trágicos, tremendos, acaecidos a una pobre jovencita. Después de cantar, esta mujer vendió unos pliegos a la gente, que se los compraba con absoluta normalidad. Es decir, hace muy poco que los romances estaban vivos y se escuchaban con natural atención.
¿Tú sabes de romances que aún se cantan en ferias o en determinadas ceremonias?
Sí, claro, como formas poéticas propias de nuestra tradición se siguen recitando y cantando en muchísimos lugares de la península en las fiestas, las celebraciones, etc. Pero el romancero viejo, el histórico, anónimo, de transmisión oral, está tan escasamente representado ya que debemos admitir que estamos a punto de tener que reconocer su desaparición. En la primera parte de mi ensayo hago un repaso de todo esto, del romancero nuevo y del viejo, de las clasificaciones por temas, por su estructura, de los romances con estribillo, de los romances truncos o de escenas, como el famoso del conde Arnaldos o el romance del prisionero, que casi todos conocemos…
Las beguinas. Confieso que desconocía su existencia.
Cuéntanos un poco sobre esas mujeres que se ayudaban y ayudaban a otras mujeres en esos tiempos oscuros de la edad media.
Eran comunidades de mujeres a las que inspiraban ideas religiosas, con la intención de hacer el bien, pero sin sujetarse a ninguna orden monástica, las mujeres que las integraban podían entrar o salir de ellas cuando lo decidieran.
Señalas que Amancio Prada versionó varios romances para hacer canciones. También en Rosalía se encuentran muchas referencias al romancero, y no vamos a acudir al Lorca del Romancero Gitano, ya que es obvia su vinculación con el romancero tradicional. Pero, excepto, quizá, en Poeta en Nueva York, el romancero está siempre presenten en la obra de Lorca.
¿Estás de acuerdo?
Sí, por supuesto, como fuente de inspiración, el romancero sigue muy vivo, muchísimos autores cultos de todos los tiempos han bebido y beben de esa fuente. Aquí en Galicia son muchos los grupos musicales que llevan romances antiguos, versionados o no, dentro de su repertorio, como es el caso del romance del rey don Sancho, que canta Luar na lubre, entre otros…
La mujer en el romancero como adivina, présaga, con la cualidad de interpretar los sueños y de adivinadora, se remonta al principio de los tiempos, recordemos a la Pitia, la Sibila del oráculo de Delfos. Se decía que el poder de adivinar el futuro provenía de una grieta en el suelo, de donde emanaba un vapor con efectos alucinógenos. También en los ciclos célticos aparecen estas mujeres que son capaces de presagios y adivinaciones usando condimentos y cocciones.
¿Crees que ese poder de interpretar lo onírico y de predecir el futuro como se relata en el romancero, se debe al uso del conocimiento de la naturaleza por parte de las mujeres, para usar ciertas hierbas y plantas como alucinógenos?
Sí es posible, puesto que la vinculación de la mujer con la naturaleza y la tierra, sus conocimientos sobre las plantas y los remedios curativos, podían favorecer ese aspecto extático.
Algo para mí muy interesante es que estás haciendo una tesis sobre el verbo ‘soñar’. El verbo soñar nos mete de lleno en la materia.
¿Puedes hablarnos un poco sobre este interés tuyo sobre los sueños?
De hecho, este ensayo es producto de esas investigaciones doctorales sobre el verbo soñar. Durante las mismas, manejé muchos ejemplos de relatos de sueños, tanto de informantes orales como extraídos de textos literarios. Los relatos de sueños del romancero me pareció que constituían un corpus bien diferenciado, con unas características y peculiaridades muy interesantes, y decidí estudiarlo por separado.
Dices una definición de los sueños por los aborígenes australianos que me parece maravillosa: El sueño es una victoria contra el tiempo, lo anticipa, o lo deja suspendido, de manera que morir es volver al tiempo de los sueños.
Y, para acabar, una cita de tu libro. La vida de cada ser responde a su soñar. Todo ser debe entender la íntima relación que une su vida y su soñar, su cuerpo individual con el espíritu de la tierra que lo anima.
Momento de la presentación
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