Regreso de la Feria del Libro de Zaragoza. En la caseta de Mira Editores compré uno con el que entretener el tren de vuelta, “La mujer y los sueños en el Romancero”. Más que el título, lo que me pareció realmente sugestivo fue el nombre de la autora, Susana Diez de la Cortina Montemayor, altoaragonesa, una de las mejores poetisas contemporáneas. Aunque publicó su primer poemario todavía en la adolescencia, su eclosión como poeta sucedió en los cinco años anteriores a la eclosión de la pandemia. Yo había hecho el viaje de ida releyendo su penúltimo trabajo, “Mutaciones” (me perdí “El Olivar Azul”), algo que llega hasta el lado más sensible de la poesía, su alma desnuda, liberándola de multitud de utilizadores desde la moralina a la política. Animista, conceptual a veces, que pasa paradojas y contradicciones sin desdoro de su sencillez. Un trabajo que firmarían los mayores talentos de la depuración poética.
Esta autora de sensibilidad exquisita, la que sabe escuchar la voz que no cesa en el canto, ha escuchado los cantares de gesta y nos entrega esta sorprendente obra. Se trata de un ensayo. Sus siguientes poemas, “Migraciones”, aun nos harán esperar con impaciencia. Y lo primero que sorprende es el enorme trabajo de documentación que se adivina. De ahí nace la anterior espera. Un martirio de investigación y biblioteca. Y la gran rigurosidad en su exhaustiva clasificación y en su minucioso análisis de consideraciones y conclusiones. Creo que fue el propio Menéndez Pidal, gran estudioso de nuestro romancero (en especial de el Cid) y pionero de la filología hispánica, quien alertó sobre el riesgo de ignorar cantares y romances por prejuzgarlos legendarios, ya que en muchos casos tienen una base histórica. Lo que Susana nos ofrece en una poderosa fuente de datos históricos.
La siguiente sorpresa es su amenidad. Algo inusual en un género que sólo suele interesar a especialistas. Abre la puerta a un tiempo que la mayoría de los jóvenes españoles desconocen, más aun cuando una desafortunada política de educación parece prohibir el conocimiento de nuestra historia, salvo para la leyenda negra. De no ser por el esfuerzo abnegado y casi clandestino de muchos profesores, la enseñanza de nuestros niños podría acabar limitada a los talleres de masturbación.
Y ante todo, la mujer. La Mujer con mayúscula. Alguien que ha sido tratada como instrumento útil desde tiempos remotos. Desde animal de trabajo doméstico a votante servil. Cualquier avispado cazador de votos que mencionara el problema nos hablaría de la mujer del medioevo con su braguero de hierro con candado, esclava y sumisa, y la compararía con la actual diciendo que poco hemos avanzado.
Por el contrario, la mujer que Susana nos presenta no tiene nada de pusilánime. Es fuerte y brava. Hace frente a los enemigos de su clan cuando su señor anda guerreando, Dios sabe dónde. En su condición de servidora doméstica, no tiene ley que la proteja, así que ha de defenderse con su valor y su determinación. Se pueden encontrar nobles y villanas, pero pocas que se rindan sin lucha. Entregadas, paladines de sus causas, justicieras e incluso vengativas. Y además es sabia. No tiene la sabiduría de los legajos y los monasterios, que le está vedada, sino otra que le viene de las ollas, de la escasez bien racionada, de niños enfermos y esposos ausentes. Y en su sabiduría defendió la historia y la cultura, no de copista en las bibliotecas sino de cantora en transmisiones orales que se conservaron de generación en generación, entre las sombras de Lecina o Saviñán, de Silos o Guernica.
Por todas pasó su voz y entregó su testigo
Sin aquellas mujeres es posible que nunca hubieran llegado las sufragistas, que fueron el impulso más importante con el que nuestros tiempos y nuestros pagos alcanzaron la verdadera igualdad jurídica. Clara Campoamor hubo de luchar a brazo partido porque tenía el enemigo en casa, entre sus propios (hombres) correligionarios, que atacaron su cruzada por la igualdad con razones tan burdas como negársela porque serían manipuladas por los curas.
“La mujer y los sueños en el Romancero” no es un libro para un viaje. Lo es para muchos viajes. Por lo que enseña y por lo que sugiere. Esperemos que la gran poetisa no se diluya en este nuevo género y aguardamos “Migraciones” con impaciencia. Queremos a Susana en los dos campos. Que así sea.
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