Gran emoción la que vivimos la pasada semana, con motivo del depósito en la CAJA de las LETRAS del INSTITUTO CERVANTES, del legado del oscense Carlos Saura. La entrega la realizó Eulália Ramón, actriz y viuda del cineasta, sus hijos Antonio y Anna, además ella es productora de cine, a los que acompañaban Fernando Méndez-Leite, presidente de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, Paula Ortiz, directora de cine aragonesa y Fernando Colomo, director de cine.
Es conocida la biografía como cineasta de Carlos Saura, nacido en Huesca en 1932, y que comenzó su carrera en 1955 realizando cortometrajes documentales. Menos conocida por el gran publico es quizá su trayectoria como escritor, dibujante y fotógrafo, pasión esta última que cultivó hasta los últimos años de su vida, cuando siempre le podíamos ver acompañado de su inseparable cámara al cuello. Por ello, no es extraño que el legado de Saura depositado en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes, incluya una cámara fotográfica, un guion inédito, varios dibujos originales y un ‘fotosaurio’, como legado «in memoriam» de Carlos Saura a la Caja de las Letras. El depósito en la caja número 1468, será abierto dentro de 30 años, y fue elegido por Eulália Ramón, su viuda y por su hija Anna. Fueron ellas las que nos explicaron los elementos que habían ido eligiendo. Por ejemplo unos autorretratos del cineasta e imágenes de rodajes con actores como Maribel Verdú o Fernando Fernán Gómez, y la única fotografía en la que todos los hijos de Saura están reunidos o los retratos que se hicieron por primera vez Eulàlia Ramón y Saura. Otros objetos personales suyos introducidos en la caja son una de sus gafas graduadas, un original mecanografiado del cuento El amor de mi vida. Anna Saura insistió en que «Mi padre nos fotografiaba todo el rato», y dejó abierta la posibilidad de rodar en un futuro el guión de «¿Querida, me alcanzas el cuchillo?». «Hay varios de estos guiones que por determinadas circunstancias no salieron a la luz, pero este era uno de sus favoritos», recordando además que este ‘suspense’ fue escrito por su padre junto a su madre, hace más de quince años.
La familia de Saura también ha entregado varios libros escritos por el cineasta, entre ellos los títulos De imágenes también se vive; Casi unas memorias; La España de los 50; Fotosaurios de cine; un cuaderno escolar de primer grado Ciencias Físicas y Naturales y otro cuaderno escolar de Geografía de primer grado. También han sido depositadas dos postales de la película Pajarico, una fotografía de Carlos Saura en 1970 y un tríptico de los escenarios de películas por las provincias de Segovia, Burgos y Zamora.
El acto fue presentado por el director del Cervantes, Luis García Montero, que resaltó la «significación especial» al recibir el legado de un artista que ha conformado «buena parte de la educación sentimental» en el cine español del siglo XX. Subrayó que en las películas de Saura siempre tuvo protagonismo la música, y culminó su intervención con unas emotivas palabras sacadas de las memorias póstumas de Saura recordando los bombardeos en Madrid durante la Guerra Civil, en las que reiteraba una y otra vez su «odio» desde entonces a las guerras.
Tras la entrega del depósito, el Instituto Cervantes organizó a continuación una mesa redonda en homenaje al cineasta con los directores Paula Ortiz y Fernando Colomo, además del presidente de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, Fernando Méndez-Leite, Anna Saura y Eulàlia Ramon. La directora aragonesa, Paula Ortiz señaló a Elisa, vida mía como una de las películas que más le habían «marcado» en su trayectoria. «Saura para mí fue la capacidad de sorpresa, de conocer que podía haber mil directores en uno solo. Fue capaz de mostrar un uso del lenguaje intenso y extremo y lo llevó muy lejos». Por su parte, Fernando Méndez-Leite subrayó la sensación que supuso Los golfos, por la que abandonó un gran proyecto que le ofrecían. «Era una película sorprendente, fue la primera vez que en España se veía una cinta con la fuerza de las películas neorrealistas y con el punto de vista de oposición al régimen franquista», subrayó.
En el evento pudimos hablar con su viuda y su hija sobre los recuerdos del maestro y con Julia Juaniz, montadora de varias de sus películas y de la experiencia enriquecedora que ello supuso. Quizá quedó pendiente el deseo de hablar de por qué los ultimo años del maestro se centraron en exceso en su pasión por la música, ya fueran fados, tangos, flamenco dos veces, casi se olvida de la Jota como el mismo reconocía que le habían recriminado los aragoneses. Los buenos aficionados al cine echábamos en falta obras como La Caza, Los golfos y Cria cuervos, referentes clave de un periodo histórico o formalmente más innovadoras como Peppermint frappé o Elisa vida mía, más próximas a las vivencias de sus conciudadanos en vez de tanta musica, interesante sí, pero alejadas de los tiempos que estábamos viviendo. En cualquier caso, tras las intervenciones, las preguntas de los presentes cerraron un emotivo acto de Homenaje a uno de los directores aragoneses de proyección universal que han dejado una huella imperecedera en el recuerdo de todos los buenos aficionados.
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