Hace poco más de un año escribía en RONDA HUESCA un artículo en el que daba una puntadas sobre el caso de la libertad de expresión y los titiriteros encarcelados, por cierto, hoy felizmente libres tras el suplicio de cárcel, libertad vigilada, secuestro de sus guiñoles y juicio correspondiente. Terminaba aquel artículo con una frase de Noam Chomsky y me parece oportuna comenzar éste repitiendo aquélla:
“…Si crees en la libertad de expresión entonces crees en la libertad de expresión para puntos de vista que te disgustan. Por ejemplo, Goebbels estaba a favor de la libertad de expresión para los puntos de vista que compartía, igualmente Stalin. Si estás a favor de la libertad de expresión, eso significa que estás a favor de la libertad de expresión precisamente para los puntos de vista que no compartes, de otra forma, no estarías a favor de la libertad de expresión.”
Los energúmenos de HAZTE OIR.ORG deberían permanecer al cuidado de las asociaciones animalistas, dada la tosquedad y primitivismo de su pensamiento, más cerca de las funciones básicas y emocionales de un perro doméstico que de un ser humano europeo del siglo XXI, creo que con esta afirmación defino mi postura respecto a su campaña y sus posicionamientos sin embargo soy un firme convencido de lo injusto e ineficaz de la represión a la libertad de opinión, aunque ésta sea aberrante.
Las batallas culturales, y no podemos negar que cuando hablamos de lo afectivo-sexual se trata de una larga batalla, se ganan por el poder de la convicción y no por la fuerza. El ejemplo palpable de esta afirmación lo tengo en mi propia familia y está en consonancia precisamente con la libertad de expresión.
Al saltar la noticia a los medios la comenté con mi madre. Tiene 91 años, hija de campesinos represaliados tras la guerra no tuvo la fortuna de ir nada más que un par o tres de años a la escuela y pronto entró en la rueda destinada a las hijas de la miseria: servir como chacha en casa de los ricos. El mundo en el que vivió y se formó como persona era oscuro, agobiante, rígido de normas morales y mezquino en sus comportamientos sociales. ¿Cómo le explico la transexualidad me preguntaba, algo que, he de confesar, a mí mismo me sorprende? No hizo falta, más bien fue al contrario, ella me lo aclaró a mí. No sabes cuánto sufrimiento, cuántas lágrimas, cuánto temor han vivido esta gente durante años, me dijo. Es injusto lo que les pasa. ¿Acaso no lo has visto en la tele? Por supuesto se refiere a TeleCinco, a esos programas que los pretendidamente cultos no vemos y que consideramos basura. En esa programación llevan años apareciendo personajes que consideramos chonis, seres humanos que sufren, que llevan una vida llena de padecimientos o que sencillamente se han liberado y exponen a los cuatro vientos su vida renovada.
He de reconocer que Jorge Javier Vázquez y Telecinco han hecho más por normalizar la homosexualidad, la bisexualidad y la transexualidad que mil campañas educativas organizadas desde las administraciones públicas. La ruptura con la moral nacionalcatólica se ha colado de rondón por las televisiones en nuestros hogares y ha tenido más impacto que ninguna otra actividad.
HAZTE OIR y otras parodias similares han perdido la batalla cultural, son un resto arqueológico que sólo provocan mofa o indignación, y eso gracias a una propuesta muy sencilla: libertad de expresión. Los culturetas (seguramente yo me pueda considerar de esa casta) no vemos ese tipo de programas porque denigran. Son muchas las veces que se han pedido recogida de firmas virtuales para su prohibición y más las que se pueden leer en las redes (seguro que yo mismo lo he escrito en más de una ocasión) que esos programas deberían estar prohibidos y que la televisión debería tener contenidos educativos.
Estaba equivocado, como en tantas otras cosas, a buen seguro, vivía en el error. La libertad de expresión es básica para una sociedad libre. Una sociedad libre es aquella en la que cabemos todos, incluso los bárbaros de HAZTE OIR y tienen derecho a salir a la calle para expresar todas las bestialidades que se les antoje. Vencer no es convencer y educar en la libertad es asumir que la libertad tiene riesgos.
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