Parece que la última hora que toca es rehacer las cuentas. Según recientes datos, a España le caben cerca del 9% de los infectados mundiales confirmados. Una cifras desmesuradas, que soportan las críticas más feroces que puedan hacerse a la gestión. Vaya haciéndolas quien quiera. Yo, de momento, me abstengo porque no las creo.
Sabíamos desde tiempo atrás que esas cifras no podían ser veraces. Es imposible censar si hay gente que no se quiere censar. Ya hace dos mil años que el divino Octavio Augusto, amo del imperio romano, mandó al caballero ecuestre Coponio a Jerusalén para descoronar al etnarca Arquelao y hacer él mismo el censo. Y sospecho que nunca se consiguió acabar de un modo creíble. Pero lo sorprendente de este recuento nuevo es que incluye a los muertos, un número fácil de contar y que, hasta ahora, yo no había puesto en tela de juicio.
Las estadísticas siempre se hacen a beneficio de quien las ordena. Por eso encuentran escasa adhesión en los encuestados. El divino Augusto quería el censo para que pagaran tributo hasta los gatos de angora. Y este recuento nuevo, ¿para qué? Probablemente, hay que vestir a algún muñeco para que alguien salga más favorecido en la foto. No me hagan ustedes mucho caso, porque voces mucho más autorizadas que la mía – no en vano ocupan escalones mucho más altos – no se cansan de repetir que no es momento de partidistas ni de sectarios, sino de unidad y solidaridad.
El Govern de La Generalitat – de Cataluña – dice que tendrían bastantes menos infectados y muertos de haber sido independientes. Que el uno de marzo ya habrían impuesto el confinamiento. Después que montaran su sarao en Occitania con el honorable Puigdemont. Pero no hay sectarismo. El gobierno central empezó a hacer sonar sus sirenas de alarma el nueve de marzo, despertando de la resaca a los que se hubieran emborrachado en el sarao del día anterior, que juntó en Madrid a medio millón de personas, la mayoría muy apiñaditas en el centro. Pero sin sectarismo.
Sin miramos a Aragón, su tasa “oficial” de infectados está en 3,8 por mil, debajo de la media nacional de 4,5 por mil. Parece que hay que dar la enhorabuena. Pero si presumimos que esos números no creíbles pecan del mismo grado de incredibilidad – o sea, admiten comparaciones -, maticemos con el lápiz de las suspicacias. El 8 de marzo tiene, en las capitales Huesca y Zaragoza, consecuencias diferentes. Lógico porque, con el consistorio de Huesca en manos de los socialistas y el de Zaragoza en el de los populares – más sectarismos -, los socialistas se inclinarían por darle cancha a las manifestaciones en tanto que los populares por ponerle coto. Casi aciertan ustedes. Fue exactamente al revés. En el digital Noticias del ayuntamiento de Zaragoza puede leerse: “Este 8 de marzo hay convocatoria de huelga feminista. Nos sobran motivos para incorporarnos a ella…” Verdad que todas las ciudades y pueblos de la región tuvieron, como el resto de España, manifestaciones que debieron ser aplazadas a tiempos mejores. Pero Zaragoza estuvo más abierta, a los extremos, a las ideologías, a todo lo que calienta la mente del ser humano, consiguiendo que, en la cocción, se pierdan numerosas neuronas. Y tuvo una muy considerable asistencia. Huesca me pareció más centrada en problemas concretos, en especial en la desigualdad laboral, que en según en qué ámbitos pone a la mujer en un inferior plano salarial y de oportunidades. Y, por supuesto, en la deleznable violencia de género. No hubieran reventado la explanada del Pilar. Pero en fin, no soy quién para sacar conclusiones. Se las dejo al lector, que tendrá más conocimientos y fundamentos que yo para ello. Sólo un último dato: la provincia de Zaragoza, con un 73% de la población aragonesa, sube hasta el 78% en la cifra de contagiados, en tanto que Huesca y Teruel se quedan entre el 12 y el 10% cada una. Ustedes dirán por qué.
Claro que, como el rumor lo aguanta a todo, lo que no se puede decir se puede rumorear. Hasta se ha rumoreado que buena parte de culpa es de la ciudadanía, que se ha portado de un modo indisciplinado y poco responsable en los primeros momentos. El forofo del futbol que se fue a ver perder a su equipo a Italia, ¿tiene la culpa? Cierto que ése y otros muchos viajes no debieron llevarse a cabo, pero la culpa no es del viajero sino de la autoridad que lo permitió. En diciembre, un médico de Wuhan llamado Li Wenliang se atrevió a dar la voz de alarma y se ganó la correspondiente reprimenda de la policía china por terrorismo informativo. Reprimenda con cuarentena, porque cuarenta días después murió. Ese mismo mes ya un hubo un caso “oficialmente censado” en España. No hace falta ser un “cum laude” en epidemiología para saber que un patógeno infecto-contagioso sin control se propaga a velocidad de vértigo. A mediados de enero debió decretarse el confinamiento, pero los políticos se pusieron al frente de la crisis y regalaron al enemigo dos meses más para que conquistara a sus anchas.
El pueblo llano, asustado y desorientado, pide remedios. Entre otras cosas, piden test. Lógica consecuencia de la tan cacareada igualdad porque ilustres gobernantes y gobernantas proclaman que ellos se los hacen y el resultado que sale. Tranquilos, si lo quieren, enseguida habrá un político que prometerá test masivo. Que lo cumpla o no, es otra cosa. Si llevaran el rumbo expertos honestos y responsables, puede que contestaran al pueblo que el test masivo no es una prioridad, porque compromete un elevado número de recursos y porque el negativo de hoy puede ser positivo mañana. Yo no tengo el menor síntoma y presumo que soy negativo, pero no pienso acudir al test, salvo que mi cuerpo me dé un serio aviso. Los recursos y medios, de los que no estamos sobrados, hacen mucha falta para otras cosas, esencialmente para sanar enfermos y proteger a los sanitarios y a todos los servidores de la sociedad que no pueden quedarse en su casa y están dando la cara.
En fin, puestos a gastar recursos de forma innecesaria, recontemos muertos sin nombre. Entre tanto rostro repetido, que diariamente aparece en las principales televisiones para dar un discurso repetido, podían también hacer algunos reconocimientos. En los hospitales de Madrid han caído ya tres directores médicos que ni se han mencionado. En la guardia civil, han caído jefes. Podían, porque los muertos ya no van a decir ninguna verdad impublicable que supieran en vida. Pero también comprendo que, si esto no para, la lista se les pueda hacer muy larga. Con más de treinta mil contagiados entre el personal clínico, desprotegidos durante meses, el número seguirá creciendo. Si no para, a la lista larga se le pueden añadir enfermos que tendrán que autotratarse consultando a un blog.
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