La actualidad de esta semana nos ha dirigido inexorablemente al metatema del máster de Cristina Cifuentes, Puigdemontnes aparte. Es mucho lo que se ha escrito, emitido y opinado, y todo y todos (excepto el abrazo de M. Rajoy y el cierre de filas de Mª Dolores de Cospedal en su – Tenemos que defender a los nuestros -), señalana Cristina como culpable, o puede que víctima, de algo que a día de hoy es difícil determinar.
Porque ahora mismo ya no sabemos si se está poniendo en entredicho; la versión lewiscarrolliana de Cristina; las técnicas de “reconstrucción”de documentos oficiales por parte del inexperto en técnicas de “reconstrucción” Álvarez Conde; la reputación de una universidad pública y su profesorado (o discípulas de); la coherencia de las promesas electorales sobre la corrupción de un partido que lleva el color naranja por bandera o todo junto y la vez.
Como si de un partido de tenis se tratase, hemos asistido a una sucesión de matchball de eldiario.es y El Confidencial, que con la publicación incesante de datos y evidencias han contradicho una y otra vez la versión por capítulos aportada por Cristina, la cual ha contestado con drives inverosímiles y el apoyo de una hinchada incondicional (los del partido del color azul), que han conseguido que se mantenga sobre la pista sin despeinarse, aunque el partido por momentos haya dado la sensación de estar terminado.
Esto me ha llevado a volver a leer, escuchar, analizar y reflexionar sobre todo lo que Cristina ha puesto encima de la mesa, y ahora creo que estoy en condiciones de cambiar mi opinión inicial y decir que sí, que efectivamente Cristina está diciendo la verdad.
Porque en una vida y un contexto social en la que por la mañana te sujetan la puerta del taxi o del coche oficial. En una vida en la que probablemente no has tenido que permanecer en una sala de espera de un hospital público. En una vida en la que has promocionado ante tribunales compuestos por amigos y personas allegadas de una u otra manera. En una vida en donde hagas lo que hagas, y digas lo que digas, tienes a una bancada autómata que aplaude y jalea todas tus intervenciones. En una vida en la que realizar un máster es tan fácil como pasar por caja y saludar por los despachos. En una vida en la que probablemente no hayas ni tenido que levantar un teléfono para que te faciliten un justificante “reconstruido”, porque hay personas dispuestas a evitarte cualquier tipo de frustración o sufrimiento, quizás por aquello de los favores debidos…
En una vida así, en una vida en la que “tenemos que defender a los nuestros”, en una vida en la que lo has demostrado todo blandiendo documentos falsificados en alto y personas ajenas a tu realidad han sido presionas y dirigidas hacia la catástrofe en su carrera profesional… En esa vida, y sólo en esa vida, está claro que Cristina Cifuentes está diciendo la verdad, su verdad.
Entonces Cristina, ahora ya lo entiendo y te entiendo, y puedo decir que sí, que efectivamente… Yo, sí te creo.
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