¡Qué hondo está cayendo la profesión periodística en España! A parte de los problemas de una crisis demoledora, para las empresas editoras así como para sus trabajadores, y permítanme que sufra más por los trabajadores, a quienes se ha disminuido tanto el salario como sus condiciones laborales, cada día más precarias.
Desde hace unos años, muchos periodistas se han convertido en autónomos «a tanto la palabra» siempre y cuando un jefe de sección caprichoso y cacique dé el visto bueno a la publicación de un artículo trabajado con el profesionalismo más académico.
El tema capital de la libertad de expresión y el pensamiento libre e independiente a la hora de opinar en según qué medios se está poniendo en el punto de mira de una implacable censura con colores políticos muy concretos que pone a cada medio en su sitio y muy visible según pasan los meses.
En primer lugar, hace pocos años y en lo más profundo de la crisis apuntaron y dispararon el grupo PRISA y sus buques insignia, El diario El País y la cadena SER. Como digo, en poco tiempo y a causa de una quiebra inminente por la mala gestión empresarial y unas pésimas inversiones que buscaban otros continentes en los qué crecer, se produjo la renegociación de su deuda con grandes bancos acreedores a los que la línea editorial de un periódico que fue clave en la Transición como diario de izquierdas, a cambio tuvo que claudicar no a unos postulados concretos, más bien a la más mínima expresión de libertad y que además se cobró la cabeza de insignes columnistas con muchos años de trabajo editorialista.
Hace un año, en la cadena SER la noticia de que «el gran jefe» estaba en los papeles de Panamá cayó como un rayo y quienes osaron hacer mención a esa noticia y su polémica relación con el consejero delegado del grupo PRISA fueron fulminados de su nómina de colaboradores ipso facto. Por otra parte, la última cabeza en rodar en la emisora líder de audiencia en el panorama nacional ha sido la de la Gemma Nierga y esto va para largo, y no parará ya que las órdenes y el ultimátum son concisos: ¡Quien se mueva no saldrá en la foto, o en las ondas, me da igual!.
Y no paran ahí las amenazas a la libertad de expresión. Si nos vamos al avispero catalán, acabamos de saber que vía burofax, un diario tan importante como la Vanguardia ha echado a un veterano columnista y muy valiente, Gregorio Morán, quien hace unas semanas sufrió el tijeretazo de la censura por defender su libertad de opinión y traspasó la línea roja de las ideas emanadas del «procès» que establecen perfectamente quién es afecto a la causa independentista y quién no es más que un «amargado» que piensa diferente al pensamiento único establecido por la Generalitat que es quien paga medios «afectos» y evidentemente:»No paga traidores»
De otros grupos muy «eclesiásticos» habría mucho que contar y de los restantes medios públicos mejor no hablar, porque habría para toda una serie de artículos que serían ejemplo de lo que nunca se debe hacer con el Cuarto Poder. Un Poder que, en capacidad de crear opinión e influir poderosamente en la ciudadanía se sitúa justo al lado de los restantes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) y sería crucial que actuase de manera independiente, veraz y resolutiva. Pero para nuestra desgracia patria, andan todos estos poderes interconectados, sometidos y conducidos por los poderes políticos de turno que ejercen presiones para alejar nuestra democracia de los cansinos lemas que repiten ciertos y principales líderes en sus discursos, o más bien soflamas, una y otra vez: «-Libertad, defensa de los derechos humanos y una Constitución a la que respetar». Da asco escuchar tan nobles palabras en boca de políticos que son líderes de todo el país u observar las conductas de grandes empresarios de la profesión periodística.
Cuarto Poder… ¿Quo Vadis?
Por Pedro solana Murillo
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