Club Montisonense de Montaña – Senderismo.
El fin de semana ha refrescado y los senderistas de Monzón se preparan para hacer una nueva actividad de montaña. Parece que los últimos meses hemos encontrado en los ibones pirenaicos un lugar donde explayarnos, y debemos reconocer que si un sitio no te cansas de visitar, ése es el Ibón de Plan.
Salimos el domingo bien temprano 17 personas hacia el valle de Gistaín, en la localidad de Plan nos reunimos para dirigirnos por pista hacia las proximidades del embalse de Plandescún. Un cartel de madera nos indica el sendero que se adentra en el tupido bosque para remontar el barranco del Ibón hasta el lago que le da nombre.
La de hoy es una actividad más compleja que la habitual subida en coche o andando por la pista; se trata de una ruta más directa que, a cambio de un considerable esfuerzo, nos permitirá conocer los hermosísimos bosques de abetos y otras muchas especies arbóreas que pueblan estas escarpadas laderas.
Subimos el primer trecho sin descanso, andando a paso corto pero firme, para evitar agotar nuestras piernas. El caminito está muy limpio, las orillas repletas de musgo que también alcanza un par de metros por los troncos de los árboles. Así, bien agrupados, alcanzamos un punto en que se cruza las aguas del barranco donde decidimos hacer el primero receso. Las fuerzas no son iguales en cada persona, por eso el grupo a partir de aquí se va estirando, la senda es cada vez más dura hasta que, a unas dos horas y media del inicio, todo el mundo ha alcanzado el Ibón de Plan o basa de la Mora.
El curioso nombre de este lago según cuenta la leyenda, viene de cuando año tras año, al amanecer de cada 24 de junio (noche de San Juan), se produce una sorprendente visión: la de una joven musulmana que danza sensual sobre las aguas del lago. El espíritu de la joven permanece en las aguas del ibón desde que se perdió en las cumbres pirenaicas mientras huía de las luchas entre moros y cristianos, y solo se muestra a las personas de alma pura.
Con leyenda o sin ella, el ibón es un lugar mágico, ya que la sola panorámica de los picos y los bosques circundantes de pino negro, reflejados en las aguas, impresionan a cualquier visitante.
Mientras algunos se remojaban en el agua, dando la vuelta al lago, otros se tumbaron en la hierba plácidamente, echando mano del bocadillo o relajándose contemplando este lugar. Con tiempo de sobra, observamos cómo se van aproiximando numerosos visitantes, algunos con niños que juegan en esos inmensos prados rodeados de montañas.
A la hora de hacer la foto de grupo, hubo lugar para el recuerdo de nuestro amigo Lorenzo Sierra, víctima hace justo un año de un fatal accidente. Nuestro cariñoso abrazo se lo dedicamos a su familia, amantes del montañismo y de la naturaleza.
A continuación descendimos hacia Plan, poco a poco para no darnos ningún resbalón, y así concluir esta magnífica ruta que la mayoría no habíamos hecho nunca.
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