Si hasta en la mismísima Puerta del Sol el astro del mismo nombre se pone, y hace falta que venga un farolero a encender ese farol a cuya luz todas las cuentas salen después cabales como recién alumbradas – o por lo menos eso dice la canción– en Aragón es justo que haya un farero, aunque no tengamos mar. Habrán tenido ocasión de comprobarlo quienes se hayan pasado por la Feria del libro de Huesca el pasado sábado, o por la de Zaragoza el domingo: me estoy refiriendo, claro, a Ángel Petisme, quien firmó esos días ejemplares de “El faro de Dakar”, su último libro de poemas inspirado en África. ¿Y qué hace un farero, de Calatayud por más señas, tan tierra adentro?, se preguntarán. Pues nos lo cuenta él mismo:
“[…] Guardo rayos de sol para los largos días
del invierno oscuro. Ese es mi trabajo.
Te miro a los ojos. Soy un poeta humilde
en el tiempo del vaho, una cigarra en armas.
– ¿Ya, pero en qué trabajas?
Soy cantante de mornas en un club de Alaska,
soy nubepensador, payaso de hospital.
Cuando me ves mirar las laderas sembradas
de amapolas heridas y lirios de mantequilla,
recojo los colores para el invierno gris.
Cuando me ves dormido soñando con serpientes,
con un ojo abierto y el cielo entre algodones,
estoy recolectando palabras luminosas
pues el mundo ha perdido asombro y emoción. […]”(i)
En plena vorágine de la Feria del libro, al socaire de las casetas de El Retiro, terminaron encajando mis últimas lecturas unas con otras, como piezas de un puzle. Porque ojeando los volúmenes de la caseta de Rumanía, casi monográficamente dedicada a Mircea Cӑrtӑrescu, no pude por menos que reparar en que allí estaba precisamente el título sobre el que había montado en parte mi disertación – que muy bien podría titularse “El erotismo de la grieta” – para el próximo encuentro literario de la Casa de Aragón en Madrid: la novela “Lulu”. Y es curioso porque fue ese mismo día cuando tuve ocasión de llevarme un ejemplar del libro – en el que no faltan las grietas-– de nuestro farero, que andaba por allí firmando e invitando a cerveza a una larga cola de admiradores – viva metáfora del escritor arruinado por su éxito, pensé, ya que muy generosos tendrían que ser los derechos de autor para poder cubrir con ellos las cervezas de tal número de admiradores–.
Lo de las grietas amorosas lo contaré otro día, baste ahora anunciarles que, para tratar de contrarrestar la fiereza de estos tiempos, tan tierna pero crudamente iluminados por el faro de Petisme, “Amor y Humor” serán los temas de nuestros dos próximos encuentros literarios. Hablaremos cada día de uno de ellos, pero no porque no sea posible abordarlos juntos, como demuestra el poema titulado “Y” – ya saben, la conjunción copulativa- de otro conspicuo aragonés, Ángel Guinda (ii) :
“Ya no me falta el aire.
(Ahora respiro tu respiración.)
A tu lado
tengo más sed de fuego que de agua.
A tu lado
todo desaparece menos tú.
(Salgo del mundo cuando entro en ti.)”
Lástima que con la última reforma ortográfica de 2010 el título del poema ya no pueda ser el de “Y griega”, sino el de “Ye”, que es como se llama ahora esta letra… Pero bueno, la decisión de los académicos de la lengua tal vez le haya quitado al título del poema cierta expresividad, pero nada de su gracia ni del erotismo de la coordinación copulativa. Y es que así se las gasta la gramática…
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