Sucedió que aquel año, igual que el anterior, una feroz sequía había succionado los ríos y marismas, y las aves migratorias tuvieron que redoblar esfuerzos para encontrar lugares en los que repostar. Por esa razón algunos patos salvajes e incluso una cigüeña habían hecho paradas junto al estanque artificial de un gran corral en el que cuentan que, en otros tiempos, se ufanaba contento el gallo, protector, y del fuelle de su generoso pecho, por las mañanas, salía con fuerza su canto, potente y rico como el del mejor templado acordeón. Su desdicha fue una sola garza, porque desfallecía, y porque estaba sola.
Llegó un atardecer. Se le acercó el gallo, henchido del deseo de ofrecer la hospitalidad de su corral al ave descolorida y desgarbada, suponiendo la tristeza y la falta de abrigo que aquejaban sus largas travesías solitarias. Compasivo, el gallo correteó a su alrededor y escarbó para ella los granos enterrados, de modo que pudiera comerlos al alba sin esfuerzo después de haberla despertado con su mejor canción. En efecto, el largo pico de su huésped parecía demasiado torpe para el intercambio de alimentos y besos; no probó ni los granos ni las tiernas lombrices. La garza pescadora, ave predadora al fin, sabiendo que con su afilado pico no podría expresar su gratitud sino que, como mucho y muy a pesar suyo, alcanzaría solamente a atravesar el corazón del gallo, bebió un buchito de agua de la charca, dio un gran salto y emprendió de nuevo el viaje, sola como había venido.
«… no siempre podemos nutrir ni retener a los que amamos, ni los besos, canciones o alimentos que nos regalan algunos corazones generosos y protectores…»
Desde entonces el gallo canta solamente al atardecer, y su canto atraviesa los corazones con una profunda e inexpresable emoción de doloroso anhelo y soledad a la que llaman NOSTALGIA, porque no siempre podemos nutrir ni retener a los que amamos, ni los besos, canciones o alimentos que nos regalan algunos corazones generosos y protectores pueden en todas las ocasiones ayudarnos ni conmovernos para que nos quedemos.
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