Quizá crean ustedes que voy a explayarme lanzando diatribas sobre un tal Lambán o, dada mi residencia, hablar del PSOE Altoaragonés, pero nada más lejos de mi intención: voy a hablar sobre mí y mi particular visión del mundo de la política porque, efectivamente, me considero el último de los susanistas que queda en España.
Dicho así suena un tanto peregrino, incluso habrá quien crea que esta vez he sobrepasado en muchos metros la barrera de lo lícito abusando de la ironía pero no, es una afirmación realizada desde la mesura y la reflexión. Y no, no he cambiado mi pensamiento, todo lo contrario, es una consecuencia del mismo. Claro que, como todo, requiere una explicación que hunde sus fundamentos en nuestro pasado más reciente.
Pedro Sánchez fue el candidato del aparato en unas primarias que le enfrentó a un tal Eduardo Madina y al representante del ala izquierda del PSOE, Pérez Tapias, hombre que pedía un gran acuerdo con PODEMOS para realizar otras políticas en España. No hubo color y ganó Sánchez con el respaldo de los pesos pesados del partido. En aquél momento el PSOE era una fuerza en caída libre, todas las encuestas daban por seguro el sorpasso de PODEMOS y nadie en su sano juicio quería dar el paso de ser la cara visible de una derrota segura así que decidieron apostar un chaval joven, apuesto, bien parecido, guapo en definitiva, que sería la cara que se comiese el marrón de la derrota. Ya entonces sonaba Susana como posible recambio pero creyó que no era su momento porque a buen seguro saldría abrasada para los restos. Todo el mundo sabía, comenzando por los impulsores, que Sánchez no daba la talla pero eso era lo de menos. Sin embargo resultó que Sánchez sería como fuera, pero hubo un rasgo que no pudieron calibrar, tenía dignidad. El sorpasso no se produjo y Sánchez se creció, había mejorado el resultado de las encuestas. Poco a poco la dignidad del novato se impuso a la cerrazón del aparato y culminó en aquel famoso Comité Federal en el que fue defenestrado. Bueno, todo eso es historia.
Nadie daba un euro por el futuro de Sánchez así que desde las filas de la izquierda, con evidentes malas intenciones para provocar un cisma en el PSOE, se apostó por realzar la dignidad de Sánchez con mensajes confusos haciendo de él, no sólo una víctima sino un héroe de la izquierda española. Algunos dijimos que era un error y que pagaríamos las consecuencias pero no fuimos nada más que voces en desierto. Pasó el tiempo y Sánchez resucitó arrasando en unas nuevas primarias en olor de multitudes. No sólo ganó en el PSOE sino que se convirtió en la figura mediática de la izquierda del momento superando en popularidad y prestigio al mismísimo Pablo Iglesias, Errejón o Alberto Garzón, artífices de su encumbramiento.
Hoy Sánchez es un referente entre la masa de votantes de la izquierda española y, presumiblemente, su pretendido prestigio le valga para arrastrar un par de millones de votos de UNIDOS-PODEMOS que vive empantanado en sus propias contradicciones, y un par de millones de votos son muchos.
Claro que seguramente ustedes pueden creer que eso tampoco es tan malo, que un PSOE fuerte y de izquierdas permitirá un gran acuerdo con UNIDOS-PODEMOS y sus confluencias y sacar al PP de las instituciones. Todo ello es verdad excepto una cosa, que el PSOE sea de izquierdas. Una cosa es la imagen que se ha forjado en torno a la figura de Sánchez y otra muy distinta es que esa imagen sea real y aún en el caso de que así fuera, incluso San Pablo se cayó de un caballo para ver la luz, el partido tiene unas estructuras muy firmes como para dar semejante viraje ideológico.
En definitiva, la victoria de Sánchez es una victoria gatopardiana, cambio en las formas pero rumbo firme hacia la Europa neoliberal. ¿O acaso creen que el PSOE tendrá una política sobre la reforma laboral de orientación distinta? ¿Modificará nuestra relación con la OTAN y las intervenciones militares internacionales? ¿Hará cambios sustanciales con respecto al binomio educación pública/educación privada? ¿Rectificará sobre el ya olvidado artículo 135 de la Constitución? ¿Qué cambios propondrá sobre el sector energético? ¿Y sobre una banca pública? ¿Apostará decididamente por otro modelo de transporte dando prioridad al ferrocarril? ¿Y sobre inmigrantes y refugiados? En fin, para qué seguir.
Como ciudadano con pensamiento crítico preocupado por el futuro de la gente que me rodea soy pesimista. Una victoria de Susana Díaz habría dejado un terreno de juego mucho más despejado y limpio colocando a cada cual en su sitio. Una victoria de Susana Díaz hubiera permitido volver otra vez a reintentar el sorpasso y que el PSOE se hubiera visto en la tesitura de elegir entre el PP y el cambio pero con Pedro Sánchez la izquierda volverá a ser una fuerza subsidiaria del PSOE encontrándose en el mismo escenario de la época de Felipe, Aznar y Anguita. Otra vez una década perdida y uno empieza a tener ya unos años y perder la esperanza.
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