Los chavales salen en tropel, más contentos que de costumbre, como si se les hubiera adelantado y aumentado en dos semanas y media las vacaciones de Semana Santa. Carlitos es el último en salir del aula. Echa un vistazo a la pizarra, donde todavía está escrita la fecha: 10 de marzo de 2020.
Observa que casi todos sus compañeros se han dejado en las cajoneras libros, archivadores y carpetas… Luego vendrán las lamentaciones, suele decir en esos casos Mari Carmen, la tutora del curso. Solo él, con su habitual previsión, ha recogido todas sus cosas y las lleva, junto con el equipo de educación física, en la bolsa de deporte. El que no haya cogido los materiales, luego que no proteste por tener malas notas, se dice Carlitos.
Cierra cuidadosamente la puerta, como le han enseñado que debe hacer siempre el último en salir en casos de emergencia. ¡Todo el año recibiendo cursos de prevención y haciendo simulacros de evacuación, y ahora resulta que se van todos así, sin orden ni concierto!
A Carlitos le gusta que haya orden a su alrededor, porque le asusta casi todo: que su madre se retuerza las manos y suspire, que su padre no hable durante días, que su hermano pierda las cosas y haya bronca a la hora de buscarlas, que algunos alumnos de su curso alboroten y el profesor de mates les ponga un castigo a todos, que su hermana mayor no consiga plaza en la Universidad que quiere, que su compañero de grupo no haga su parte del trabajo común y le bajen a él la nota, que su abuelito tosa cuando hablan por teléfono con él…
Menos mal, se dice a sí mismo, que Mari Carmen lo ha organizado ya todo para que cada uno sepa cuándo tiene que entregar las tareas de cada materia en el aula virtual. Bastante tienen ya en su casa con el ERTE de su madre y el régimen de semiesclavitud que supone el teletrabajo de su padre. No es momento de juegos de ordenador, Carlitos, ponte a hacer tus tareas. Y él las hace, en el cuaderno que tuvo la previsión de meter en su bolsa de deportes, y sus padres hacen fotos de sus ejercicios y los suben a la plataforma. ¡Qué le importan a Carlitos las curvas demográficas, la parasíntesis o la invención del arado de vertedera! Pero lo hace todo antes de que termine el plazo. Y se lava las manos diez veces cada día, aunque no salga a la calle. Para que sus padres no tengan que gritarle, que bastante tienen los pobres con lo suyo.
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