Vamos a unas nuevas elecciones, y como acerté en mis pronósticos; me he venido arriba y ya me atrevo a escribir sobre el color del próximo gobierno. Mi atrevimiento es grande y probablemente más dura será la caída, pero es que tengo esta intuición cada vez con más fuerza y me gustaría compartirla.
La nueva convocatoria electoral de junio no es “una segunda vuelta” como no paro de leer en titulares, esa figura no existe en España. La segunda vuelta utilizada sobre todo en elecciones presidenciales, elimina a todas las candidaturas que han obtenido resultado en la primera vuelta a excepción del primer y segundo partido. Es más útil en un sistema que no sea pluripartidista como el nuestro, porque el resultado distorsiona la representatividad de la ciudadanía. Y ya sería paradójico que ahora que hemos conseguido en España una mayor inclusión de ciudadanos, especialmente jóvenes, en el sistema representativo, los expulsáramos de un plumazo.
Votamos el 26 de junio a unas nuevas elecciones legislativas, con un sistema proporcional, con importancia de las circunscripciones pequeñas y medias, y en un sistema político cada vez más pluripartidista. Esto somos y estas son las reglas del juego.
El escenario final es incierto, pero el promedio de las estimaciones de voto publicadas en este año indican que no va a haber cambios dramáticos, que las mayores pérdidas van a Podemos, y las mayores subidas a Ciudadanos (el que mayor rédito saca del intento de gobernabilidad con el PSOE) y al PP. El PSOE está en ese 21% inamovible en estos meses, y repunta IU.
El traslado de resultados de votos a escaños con acierto es todavía más difícil. La aparición de otros dos grandes partidos, y esta competición a cuatro hace difícil predecir donde va a ir a parar el tercer o cuarto diputado de muchas circunscripciones.
Esa horquilla ente el 13-20% de los votos, en la que se mueven Podemos y Ciudadanos, resulta decisiva, es ahí donde el crecimiento electoral se consolida o se queda sólo en ganancia moral. Si se mantienen las proyecciones de Ciudadanos a costa tanto del PP como del PSOE, pondrían la mayoría absoluta del lado del centro derecha. Sin embargo, si no se cumplen repetiríamos escenario pero con dos o tres puntos de oscilación suficientes para desbloquear la situación. Sobre todo porque los que quedarán en la oposición esta vez se sentirían obligados por lo menos a la abstención.
Hay factores de cambio que van a influir claramente: ¿Habrá confluencia Podemos-IU? ¿Las Mareas Atlánticas, Compromis, y Colau seguirán con Podemos? ¿Habrá reacción de los votantes del partido popular (1.300.000 se abstuvieron en las pasadas) ante el miedo a este “nuevo frente”? ¿Rajoy en un salto mortal dejará esta situación de interinidad agónica y se apartará antes o incluso después de las elecciones?
El más mínimo movimiento en esta realidad tan rígida que hemos vivido estos meses hará desbloquear el gobierno. Siempre será más fácil reunir un gobierno prágmatico PP-Ciudadanos, que uno de todos los grupos de la izquierda, que están aún a la espera del sorpasso al PSOE. Y esta vez los asuntos de corrupción no creo que modifiquen mucho las cosas, sorprendentemente ya se amortizaron políticamente en las elecciones pasadas.
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