Con un intervalo menor al de una semana he asistido a dos espectáculos que me han impresionado estos días vivamente, y me refiero aquí únicamente a espectáculos artísticos del mundo de la fantasía, pues la vida no deja de ser, como es lugar común decir, el escaparate donde mejor se aprecia cómo la ficción es siempre superada por la realidad.
Viendo la ópera “El ocaso de los dioses” de Richard Wagner en el Teatro Real, tuve que reconocer una vez más que, por mucho que uno actúe heroicamente, como el valiente Siegfried, de frente y sin asomo de miedo, habrá siempre esperando algún descuido un traidor que lo abata de un lanzazo por la espalda. Y a esa pesimista conclusión se añadió, pocos días más tarde, la que dimana de la obra “Silencio” de Juan Mayorga, aún por unos días en cartel en el Teatro Español.
Habla en ella Mayorga del silencio que, con su sola presencia, imponen a su alrededor los tiranos; pues un tirano lo es precisamente porque silencia, roba la palabra y únicamente deja oír su voz, imperativa. Se apropia de las palabras de los demás -a los que deja mudos- como si fueran suyas, al igual que hace suyo el mérito de otros, con el que se autoalaba: pues él es el único con derecho a hablar y por lo tanto a ensalzar o a recriminar, y a todos deja sin ocasión de réplica… salvo cuando su magnanimidad otorga la oportunidad de emitir un voto que le sea favorable.
Y, como nos han dejado mudos, como nos han matado con trampas por la espalda, podrán decir encima y a los cuatro vientos que ellos -el traidor, el tirano- lo han tenido que hacer así, a su pesar, por el bien y por la salvación de todos.
Ya me dirán ustedes si no es la vida misma prueba inequívoca de que la realidad logra superar siempre con creces cualquier fantasía.
Leave a Reply