Cantar es como sumergirse en aguas de belleza hasta casi morir de autoasfixia.
Los bajau, nómadas marinos de Filipinas, Malasia e Indonesia, pueden sumergirse hasta setenta metros de profundidad durante trece interminables minutos, únicamente provistos de unas gafas de madera y un juego de pesas para la inmersión, con el fin de arrancar al mar el alimento o los tesoros con los que sobreviven. Son conocidos como los “gitanos del mar” por sus cantos, su vida nómada y sus ropas coloridas. Podría ser, dice la ciencia, que el bazo hiperdesarrollado de los bajau aprovisionase de más glóbulos rojos al cuerpo al contraerse por efecto del reflejo de inmersión, el cual provoca también una contracción de los vasos sanguíneos y, consiguientemente, un mayor aporte de sangre a los pulmones.
Cantar es como hundirse hasta rozar la hipoxia.
La falta de suministro de oxígeno al cerebro, que puede ser consecuencia de factores tan variopintos como el tabaquismo o el mal de montaña, puede producir como síntomas la euforia o incluso la agresividad.
Cantar en un gran coro provoca una energía que llega hasta la euforia. E incluso, según intuyo por casos conocidos, a un grado de erotismo cercano a la hipoxifilia.
El compositor Frantisek Kotswara, por no salirnos del mundo de la música, murió por hipoxifilia o asfixia erótica, lo que le procuró más fama que sus composiciones. La moda de la práctica de la autoasfixia se debió a la observación de que los ahorcados presentaban fuertes erecciones durante el ajusticiamiento, e incluso llegaban a eyacular después de muertos. La autoafixia erótica era considerada en Oriente un remedio contra la disfunción eréctil, y se dice que fue introducida en Europa por soldados franceses a su regreso de la guerra de Indochina, en cuyos prostíbulos habían aprendido esas técnicas amatorias. La película El imperio de los sentidos de Oshima narra la historia real de la japonesa Sada Abe, que mató a su amante mediante asfixia erótica en 1936 y luego mutiló sus genitales para seguir conservándolos.
Cantar es una forma de perder el aliento por amor.
El entrenamiento de la hipoxia es conocido hace tiempo como medio de aumentar el rendimiento en el mundo del deporte, y también nos acostumbramos a ella quienes, durante la pandemia, debimos usar la mascarilla para hablar en clase durante horas. Hoy en día se habla de las ventajas para la salud del entrenamiento en hipoxia, con beneficios comprobados en patologías como la obesidad y la resistencia a la insulina, el asma o ciertas enfermedades neurológicas. El entrenamiento de la musculatura inspiratoria mediante ciertos artilugios favorece también la apertura de las cuerdas vocales, y es algo bien sabido que la respiración es de capital importancia para todos los profesionales de la voz y el canto.
Pero tú, que cantas porque también lo hacen los pájaros, incluso en cautividad, incluso como anuncio de la muerte, sabes que no hay peligro ni amenaza capaz de enmudecerte. Y te pones en manos del director confiando en que no te dejará morir, que cortará justo antes del desmayo.
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