El sentimiento de indignación se ha apoderado de nuestras vidas, para lo serio; el desastre humanitario de los que huyen de la guerra, por la estafa económica, pero también para lo anecdótico, indignados por donde sientan a los parlamentarios en el nuevo Congreso, indignados por quién se reúne con quién en un intento de formar Gobierno. Indignados están hasta Jordi Pujol y Rita Barberá, y parecen convincentes, pero sólo los primeros cinco minutos.
El sentimiento de indignación del movimiento ciudadano 15M nos despertó a todos, nos cogieron por la solapa y nos dieron una buena sacudida, pero no podemos quedarnos ahí. Esa energía cívica que denunció los problemas que muchos vivían en la intimidad casi con vergüenza social, necesita saltar a la siguiente casilla, tenemos que avanzar hacia lo más importante, construir.
Construir sin tensionar entre territorios, entre vecinos, entre los de arriba o los de abajo, entre lo nuevo y lo viejo. Hay que encontrar un espacio libre de humos alejado de la cultura de la confrontación, sin la necesidad de definirse en un extremo o en otro. No nos dejemos llevar a ese terreno, que es el del éxito de los provocadores, Donald Trump, Marine Le Pen, Varoufakis. Es el uso de la indignación popular para exaltar a sus posibles votantes, para pasar de ser ciudadanos críticos a fans.
Volvamos a la política como el intermediario necesario para vehicular nuestros intereses individuales y colectivos. Fortalecer la política porque si ésta no nos representa, no estaremos esperando a que los poderes económicos o los intereses estratégicos de unos pocos lo hagan.
Innerarity habla de elitismo invertido como de la gran paradoja que sucede en nuestras sociedades. La metáfora del entrenador de fútbol, que ya es la segunda vez que utilizó va de eso; los políticos son los que deben tomar las decisiones y solucionar los problemas pero desconfiamos de ellos; porque nosotros sí sabemos qué es lo que hay que hacer y los políticos no nos hacen ni caso. Ellos mientras tanto paralizados por las reacciones de los ciudadanos, en espera de las encuestas, del grado de aceptación de sus potenciales votantes y así cayendo poco a poco en la parálisis.
Seremos más, porque el pluralismo ha llegado para quedarse, aunque el bipartidismo claramente se mantendrá. Los nuevos tienen que encontrar su modelo de organización, o siguen siendo una organización en red a imagen de los movimientos sociales o se convierten en una estructura centralizada y jerarquizada como los “viejos partidos”. Son tiempos de cambio como decía Dylan, encontremos cada uno nuestro sitio, reconozcamos lo que hay a nuestro alrededor y pasemos a la acción.
De todo esto y más se ocupa el último libro de Daniel Innerarity, La política en tiempos de indignación. Galaxia Gutenberg 2015, que recomiendo vivamente para estos días de vacaciones, o para los días de campaña electoral que nos vendrán inmediatamente después.
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