Pensando qué decir, en estos días previos a la presentación del último libro de poemas de Miguel Ángel Yusta en la que voy a participar, que no hayan dicho mejor que nadie el propio autor y, después, su prologuista, el siempre delicioso Valentín Martín, me paro a releer, una y otra vez, el poema número 23 del libro:
La infancia, el paraíso,
los ojos encendidos, las sonrisas,
la explosión de la vida que comienza.
Ese abril infinito,
el olor de la hierba y la luz tras la lluvia.
Alegría que brota a borbotones.
La primera mirada del amor
cuando la adolescencia ya se asoma
y arranca de los nombres y los rostros
los poemas furtivos.
Es la vida que asciende;
la irresistible rueda del amor.[i]
Y creo que en este último verso podría estar la clave para interpretar el poemario entero y, tal vez, la entera poesía de Yusta, pues la rueda, símbolo del eterno retorno, nos advierte de que el amor no se podrá oponer a su fatal empuje ni a la irresistible fuerza de sus ciclos.
Postludio (Editorial Lastura, Madrid, 2022) nos resume el ‘mester’ del poeta, su oficio, el de ponerle música a la experiencia compartida por la comunidad a la que canta. No es otro el sentido de esta palabra que da título al libro, y que el propio autor nos revela: “pieza que se toca al terminar los oficios divinos, mientras los fieles salen del templo”.
Pues el paraíso de la infancia o los irresistibles giros de la rueda del amor son algo que nos resulta a todos común y conocido. Quién no tuvo y recuerda algún temprano amor, fruto primero y todavía inocente de la vida, anterior a la expulsión del paraíso por el giro indetenible de la rueda. Yo les cuento aquí el mío, pues de la rica melodía del Postludio de Miguel Ángel Yusta hablaremos largo y tendido con él este miércoles, día 19 de octubre, por la tarde:
Era de flores la horquilla
que tú me diste, Manuel,
cuando yo era una chiquilla:
no hay regalo como aquel.
¡Tantos años han pasado!
Si nos volvemos a ver,
Manuel, tráeme de regalo
pañuelitos de papel.
Pañuelos de celulosa,
Manuel, tendrás que traer
para tu niña llorosa
que no olvidó aquel querer.
[i] Yusta, M.A.(2022:43)
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