Durante unos días no se hablaba de otra cosa: las personas de todo el mundo (occidental) que tuvieron una empresa en paraísos fiscales para no tributar. Las televisiones (no todas) y los periódicos y radios nos están administrando la información, un goteo de nombres, al ritmo que consideran los editores para hacer audiencia y caja, con escarnio de los pillados en falta y todo lujo de detalles de lo que son las sociedades offshore, participaciones, cuadros que desarrollan su funcionamiento…
Los ciudadanos estamos perplejos al descubrir un mundo del que habíamos oído hablar pero que no imaginábamos tan próximo: los corruptos, los comisionistas, los que heredaban mucho, los que se encontraron con un buen año en el negocio, los de los contratos deportivos fabulosos, todos, que no querían pagar lo que al resto Hacienda nos descuenta cada mes en la nómina: los curritos, los comerciantes que liquidan el IVA y beneficios religiosamente (la mayor parte), las microempresas de uno, dos o tres trabajadores que son más transparentes que el agua, las pymes a las que hacer fraudes no les compensa y no alcanzan ingresos suficientes, pero que la ingeniería financiera (esa forma legal de dejar de pagar impuestos) no les sale a cuenta. Vamos casi todos.
A veces me he preguntado qué se siente en ese momento en que un asesor te ofrece esa posibilidad, cuando te dice, mira va a pagar casi la mitad de lo que has ingresado, pero si lo hacemos así te sale por el 20 por ciento, con las comisiones incluidas y de los beneficios que produzca, nada. Si tienes principios, si has hablado de estos temas en privado o en público, ¿cómo se conjugan estas dos sensaciones?
Porque claro, escandalizarse resulta fácil, tanto como asegurar que uno nunca lo haría si no tienes la más mínima oportunidad de hacerlo. Honesto no es quien nunca ha robado, defraudado o corrompido, a ese se le presume esta cualidad. Honesto es quien habiendo tenido la oportunidad clara ha renunciado a ella, en parte por principios y en parte por el lío en el que uno puede acabar, como se ve.
Asumo que hay delincuentes que le piden a su asesor fiscal que les oculte lo que les van a pagar de unas comisiones (casi siempre ilegales). Puedo entender, que no comprender, la debilidad del que en un buen año de resultados, ante la pregunta de su asesor fiscal, sea débil y acepte colocar esas ganancias extras en un paraíso fiscal.
Lo que me parece inaceptable es que esos individuos, además, nos anden con discursos morales. Se me viene a la cabeza el caso de Rodrigo Rato, que no está en esta lista pero estuvo en otras, mientras desde el ministerio de Hacienda nos decía que teníamos que pagar todos, menos él. Tanto como otros de esta lista que también nos han hecho discursos morales para acabar haciendo lo contrario de lo que nos piden. Eso sí que me duele.
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