Hace una semana escribía José Ángel Biel, adalid del PAR, un artículo de opinión en el Heraldo, tribuna de prensa aragonesa de primer orden, y me llamó la atención algo de lo que allí afirmaba.
Criticaba que los políticos de hoy, más que hacer política, es decir, preocuparse de los asuntos que afectan al funcionamiento de la polis o de los intereses de la res publica, últimamente se dedicaban casi en exclusiva a gestionar.
A mí, en particular, me asombra cómo estos políticos, que indudablemente saben de lo que hablan porque fundamentalmente saben, dicten con tanta eficacia los principios básicos y los derechos de los ciudadanos de la polis. Igualmente lo hacen los socios naturales del señor Biel en el Gobierno de la Nación, concretamente en sus mítines electorales, donde repasan con minuciosidad todos y cada uno de los derechos y necesidades de los ciudadanos en lo que respecta a los servicios públicos. Pero en cuanto se ponen a “gestionar” desde el gobierno vemos por ejemplo cómo el compadreo con las compañías eléctricas a la hora de diseñar precios y facturas de la energía hacen que el mercado eléctrico español se asemeje al mercado bursátil más puro rigiéndose exclusivamente por una ley tan liberal como la de la oferta y la demanda de forma que en estos días de tanto frío vemos, o nos tememos, que el alza del precio del kilovatio va a repercutir beneficiosamente en la cuenta de resultados de este oligopolio tan cercano a quienes gobiernan, ya que es allí donde muchos ministros aspiran jubilarse por obra y gracia de las puertas giratorias, mientras que a los ciudadanos de la polis se nos va caer el alma y el presupuesto familiar al suelo en cuanto nos llegue la factura de la luz.
Si se me permite la aclaración, los socios naturales del señor Biel son ahora mismo quienes gobiernan en el Estado de la Nación pero indudablemente también lo han sido otros de distinto color muy opuesto, tirando al rojo, y con quienes el señor Biel, en su faceta de gestor en el gobierno regional de hace unos años “gestionó en coalición”, por ejemplo, el Plan de Depuración de Aguas Residuales o el Plan Red de carreteras con resultados nefastos para las arcas públicas y de cuyos abusos presupuestarios en el primer plan citado se pretende estos últimos días contrarrestar aplicando en forma de correctivo el Impuesto de Contaminación de Aguas en la ciudad de Zaragoza.
Ya ven, este señor Biel que tan bien se sabe la teoría, quizá porque sabe y ha vivido muy cerca del poder legislativo, se ha transformado en cuanto ha tocado poder en el poder ejecutivo y ahora sólo le pediríamos que como parece muy cercano, incluso con vínculos familiares, al poder judicial, influyese en la figura del fiscal superior de la Región animándole a indagar, aunque sea de oficio, en esos contratos, presupuestos y adjudicaciones que en su día se hicieron para mejorar la calidad de los ríos aragoneses, en concreto en sus cabeceras y que encima de que no se ha mejorado nada ahora tenemos que pagar entre todos muchos millones que se han perdido. Sí amigos, porque estos políticos que también se expresan en la tribuna de oradores o en las columnas de prensa, se saben vender muy bien, pero “del dicho al hecho hay un trecho”. Lo que sí sabemos los sufridores ciudadanos de la polis, es que pagaremos hasta el último céntimo de estos desaguisados si un buen fiscal no lo remedia.
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