Se viene hablando estos días de las grandes inversiones que los fondos europeos van a facilitar para el desarrollo de este territorio. Y andan todas las administraciones revolviendo por los cajones en busca de aquellos proyectos que fueron quedando marginados por falta de apoyo político o escasa suerte financiera. Se habla de unos miles de eurillos para unas obras sociales, de mejorar la eficiencia energética, del clima, del hambre y de la recuperación económica, entre otros objetivos irrenunciables.
Pero aquí no, aquí hablamos de muchos millones para el empuje casi exclusivo de un sector. Hablamos de unir estaciones de esquí y de salir en las fotos de los juegos olímpicos.
El año pasado se solicitó ese tipo de financiación para la unión física de las estaciones de Astún y Candanchú. ¿Recuerdan ustedes el debate? No, no lo pueden recordar porque no lo hubo. Se pide y punto, que es bueno para todos, incluso para los sectores que se quedarán con cero euros de financiación. Se pidió cuando Candanchú se debatía entre la vida y la muerte, cuando no existía ni la unión comercial entre ambas estaciones. ¿Saben ustedes cuánto costaría esa unión física? No, no lo saben ustedes ni nadie, porque aún no sabemos cómo hacerla.
Este año, valorando positivamente el planteamiento anterior, vamos a pedir fondos para unir Astún con Formigal. Ustedes tampoco recordarán el debate ni sabrán cuánto cuesta, porque ni hay debate ni se conoce proyecto alguno. Pero pidamos, pidamos antes de que se muera la gallina de los huevos de oro o se la lleven a la Guerra.
“Afortunadamente” (ponemos las comillas por si acaso) ninguna de estas obras es imprescindible para el otro gran proyecto de este territorio: los Juegos Olímpicos de Invierno de 2030. El mismo año de los objetivos de desarrollo sostenible, caray qué coincidencia. Después de ser el hazmerreír de todos los telediarios con el ponme un descenso que te doy un patinaje, después de los desplantes de unos y otros, después de obviar las investigaciones científicas universales sobre la incidencia del cambio climático en la nieve, parece que afortunadamente ni contigo ni sin ti tienen sus males remedio.
Ahora vendrán los reproches fáciles de los que creen que estamos contra el turismo de invierno y de naturaleza. Todo lo contrario: el medio natural sí que es nuestro tesoro heredado y heredable sin más inversión que cuidarlo y mimarlo. Y por mimos no entendemos llenar los valles de hierros y pancartas de colorines. Y el que quiera ganar dinero con esta tierra por lo menos que se la trabaje.
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