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“El seco Aragón no ha sido propicio a leyendas, más adecuadas a lugares húmedos, gustosos de las narraciones nocturnas en torno a la lumbre, mientras afuera cae el orvallo, silva el aquilón y la Santa Compaña fatiga las fragas”. Así comienza Javier Barreiro su contribución al libro colectivo titulado “Leyendas aragonesas inéditas”, y la morriña que destilan sus palabras, tal vez, se deba a un hecho del que ha dado también cuenta literariamente de forma reciente: el centenario del nacimiento de su padre, al que debe, supongo que entre otras muchas cosas de importancia, el apellido de étimo gallego que lo adorna.
El caso es que mi paso el 11 de junio de este año por la caseta de Mira Editores en la Feria del Libro de Zaragoza se ha visto aderezado de acontecimientos muy propios de las leyendas, el más tronante de ellos una buena tormenta como colofón al caluroso día, con su ventisca previa y sus remolinos de polvo, sus rayos y sus truenos, y un buen aguacero, no precisamente de lluvia fina, que no impidió que nos reuniéramos los convocados a un acto de homenaje al poeta recientemente fallecido Ángel Guinda, pero sí que recitásemos y cantásemos para el público que se hallaba congregado delante del quiosco de la música, que ante los goterones no tuvo más remedio que dispersarse en busca de techado.
De Olifante Ediciones de Poesía, cuya editora, Trinidad Ruiz Marcellán, convocaba el evento, me traigo no sólo “El arrojo de vivir” de Ángel Guinda, sino también la antología “Ranura” de María Paz Guerrero, que estoy paladeando con fruición pues, si algo admiro en la poesía, es la audacia, el valor de arriesgar. Es una cualidad que tampoco le falta, ya desde el propio título, a la excelente poesía de Estela Puyuelo en “Ahora que fuimos náufragos”, también publicada por Olifante.
Cambiando de género, les diré que en el transcurso de la feria he sabido que José Luis Mozo planea dar a la luz la segunda entrega que comenzó con la novela “La barca del portugués”, pero volviendo (es obligado, y más tras la tormenta) a la poesía, les recuerdo una verdad como un castillo: la que destila de los versos cargados de humanismo de otra escritora de poesía, María José Sáenz, que acoge el sello de Olifante, cuyo título es (y como comprobarán no podía serlo más a propósito) el que sigue: “Afuera hay sol”.
Y es que, como reza el titular de la portada del último número de la revista en papel “Ronda Somontano”, junio no es solamente un mes de calor y ocasionales aguaceros: junio es un mes marcado por la “Pasión por la Literatura”.
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