Salman Rushdie y Federico García Lorca
Los romances de Federico García Lorca. Del Romancero gitano (1928) a Seis poemas galegos (1935)
Agosto, mes luctuoso para la literatura por el asesinato de Federico García Lorca, lleva camino de convertirse en un mes funesto. Me pregunto, todavía vivamente impresionada por el apuñalamiento el viernes pasado del escritor Salman Rushdie, si la celebridad de un escritor no será inversamente proporcional al odio que suscitan sus ideas.
El Romancero gitano proporcionó gran fama a Lorca, antes incluso de su publicación en 1928, pues se conocía desde años antes por las lecturas públicas de su autor y por haber pasado, según señala el poeta y crítico José Luis Cano[i],«a formar parte del repertorio de los recitadores profesionales y aficionados, creando el mito de un García Lorca cantor de los gitanos, que disgustó profundamente al poeta», ya que –explica Cano– el Romancero no es «un libro fácil de poesía popular, sino una síntesis feliz de elementos populares y de imágenes cultas y barrocas metáforas. La convencionalidad de los motivos queda olvidada ante el tratamiento metafórico y mítico, casi siempre dramático, que utiliza Lorca. El mundo de misterio y de sensualidad de los gitanos cobra así una fuerza poética de gran intensidad»[ii].
Esos mismos elementos, tan característicos del particular universo simbólico lorquiano, los encontramos en un romance de tema bíblico, el que cuenta la violación incestuosa de Thamar por parte de Amnón, hijo del rey David, que sería luego vengada por otro hermano, Absalón. El poema fue incluido por Lorca al final del Romancero Gitano dentro de un corpus independiente que tituló “Tres romances históricos”.
Lorca enfatiza el efecto dramático de la violación, y más que en los aspectos incestuosos se centra en el motivo de la virginidad arrancada por la fuerza, con sangre. Es sabida la importancia que tiene la virginidad en las bodas gitanas. Los elementos del romance entrelazan la narración del Antiguo Testamento con los ritos de sangre de los gitanos, pero lo que Lorca busca con ello es mostrar un arquetipo de hombre “elemental”, instintivo, incapaz de contener sus pasiones ni la fuerza de su erotismo; y eso ocurre así también en los poemas de vanguardia, y no sólo en los de la tradición: se infiltra en el surrealismo de Poeta en Nueva York, donde, de la deshumanización de la modernidad americana y el triunfo de la máquina, emergen los negros como representantes de tal arquetipo “elemental”, igual que antes lo fueran los gitanos.
Se suele señalar como rasgo característico de los autores del grupo poético del 27 que supieron aunar la tradición con la vanguardia, y lo cierto es que muchos de ellos escribieron romances, pero sobre todo de modo generalizado en la última etapa. ¿Por qué ese regreso generacional a los romances? Cano lo explica, en mi opinión, bastante acertadamente:
«No hay que olvidar que la generación del 27 era una generación republicana y liberal, y no puede extrañarnos que la casi totalidad de sus miembros, al iniciarse en 1936 la sublevación militar, tomase partido al lado de la República. La mayoría de ellos colaboraron en las revistas literarias patrocinadas por las autoridades republicanas durante la Guerra Civil, como Hora de España y El mono azul. Al llegar el huracán de la guerra, lo épico sustituyó a lo lírico, y los poetas escribieron romances. En noviembre de 1936 apareció en Madrid editado por el Ministerio de Instrucción Pública el primer Romancero de la guerra civil, que incluía romances de guerra de Alberti, Bergamín, Aleixandre, Prados, Altolaguirre, Garfias y Miguel Hernández. Y al año siguiente, 1937, se publicaba, con un prólogo de Antonio Rodríguez Moñino, el gran bibliógrafo –quien fue amigo de todos los poetas del 27– el Romancero General de la guerra de España, dedicado a Federico García Lorca, en homenaje a su memoria y como protesta contra su muerte»[iii].
Los títulos de los Seis poemas galegos reunidos, editados y prologados por Eduardo Blanco-Amor en 1935 son:
Madrigal á cidade de Santiago
Romaxe de Nosa Señora da Barca
Cántiga do neno da tenda
Noiturnio do adoescente morto
Canzón de cuna pra Rosalía Castro, morta
Danza da lúa en Santiago
En ellos Lorca utilizó también formas métricas tradicionales, como romances y cuartetas asonantadas; esta última estructura es la del primero de sus poemas gallegos, que fue publicado antes que los otros por la revista Yunque y, después, por El pueblo gallego en el año 1932:
Chove en Santiago
meu doce amor.
Camelia branca do ar
brila entebrecida ô sol.
Chove en Santiago
na noite escrura.
Herbas de prata e de sono
cobren a valeira lúa.
Olla a choiva pol-a rúa,
laio de pedra e cristal.
Olla o vento esvaído
soma e cinza do teu mar.
Soma e cinza do teu mar
Santiago, lonxe do sol.
Agoa da mañán anterga
trema no meu corazón.[iv]
Los seis poemas de Lorca han vuelto a ser publicados el pasado mes de julio por Lastura Ediciones, dentro de un ensayo de Montserrat Villar González titulado Galicia en Federico García Lorca, en el que los compara con varios romances gallegos de Eduardo Blanco-Amor, y donde termina diciendo:
«En conclusión, ambas obras captan y expresan el universal simbólico del sentimiento gallego, utilizado elementos culturales arraigados en la literatura y tradición cultural de esta tierra, construyendo poemas cargados de imágenes fácilmente reconocibles dentro del contexto en el que se inscriben. Para Blanco-Amor representa un ejercicio de transmisión de su propia cultura. Lorca demuestra su capacidad de absorción de esta cultura en todos los sentidos y su genialidad expresiva, usando elementos propios de su mundo poético y del universo cultural gallego que transmite».[v]
Apenas un año después de la publicación de sus poemas escritos en gallego, Federico, el poeta más popular de su generación, volvía a su ciudad de origen, donde «le esperaba –ya lo sabemos– la expresión más brutal del fascismo, dispuesto a cobrarse factura inhumana por su apuesta, siempre desinteresada, por una España más culta y más libre», señala Emilio Peral Vega en su estudio preliminar de la Comedia sin título, obra teatral que Lorca ya no pudo terminar: «soy amigo de todos y lo único que deseo es que todo el mundo trabaje y coma», son las palabras del último encuentro con Lorca que recordaría, casi treinta años después en ABC, su amigo el escritor Edgar Neville. Lo deleznable del crimen fue sin duda inversamente proporcional a lo excelso de los ideales que animaron al poeta, pues como señala Peral: «Su único compromiso es el de la democracia y la justicia con los más desprotegidos»[vi].
[ii] Cano, J.L., (1980): Historia de la Literatura Española e Hispanoamericana. Ediciones Orgaz, pág.305.
[iii] Cano (1980:285).
[iv] Tomamos esta versión de Villar (2022:53).
[v] Villar (2022:47).
[vi] Peral (2018:26-33).
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