Hacia el mes de octubre, tras la muda de las plumas, ánsares y grullas toman los cielos para iniciar su largo viaje de varios millares de kilómetros, en bandadas formadas por varios grupos familiares, pues estas aves monógamas viajan en forma gregaria para protegerse mutuamente y favorecer que los individuos más jóvenes aprendan la ruta, que no conocen de manera innata, como garzas u otras aves migratorias que pueden realizar el viaje solas.
La clásica formación en «V» de ánsares y grullas pretende proteger a todos los miembros de la bandada: los más viejos y experimentados ocupan, por turnos, la posición de cabeza, que es la más expuesta y trabajosa, pues los que va detrás se ven favorecidos por las corrientes o rebufos que crean los que los preceden al volar a remo. También son los mayores los mejores conocedores de las rutas migratorias, con todos sus peligros. Los pájaros más jóvenes ocupan los lugares más alejados, en la cola, y si alguno desfallece o cae enfermo y debe descender a tierra, será acompañado por varios de sus congéneres hasta que se recupere o muera.
Durante la travesía hacia los humedales de Gallocanta, Villafáfila o Doñana, se comunican con potentes graznidos; de su gruir y graznar escribió nuestro Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, que «mayor rroydo fasen é más voses sin recabdo / diez anssares en laguna que cien buexes en prado».
Volar, cantar en grupo, es indudablemente ventajoso, y así lo he tratado de expresar en mi último libro, Migraciones[i], con el poema titulado Ventaja. La pertenencia a un coro, aquí abajo, en la tierra, nos da un cierto aire de bandada, por eso en la despedida de nuestra actividad coral, durante las vacaciones veraniegas del coro Averroes, uno de los cantantes, que hacía de anfitrión, con el vergel que es su casa tomada por todos, como si de la más fértil marisma en la que alimentarnos y descansar se tratase, mencionó ese poema y me honró al expresar que le parecía una buena forma de despedirnos hasta el próximo curso:
Ventaja
Volar en formación es favorable,
la hendidura del aire es más profunda
cuando el cuchillo de las alas taja
el horizonte, y el ritmo del avance se acelera.
Somos la flecha, y en la punta, a turnos,
(pues el primero es el que más se expone)
desafiamos al viento.
La ventaja es un ángulo constante.
Cantando acompasados, juntos, en formación, nos elevamos y, a nuestro modo, también nosotros somos reyes del aire, señores de lo etéreo.
[i] Diez de la Cortina, S. (2024): Migraciones. Olifante Ediciones de Poesía, Zaragoza.
Aquí puedes leer otro artículo de Susana Díez de la Cortina Montemayor
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