MATERIA DEL AMOR
En el mes corriente de este año 2018, no hace mucho estrenado, se va a producir la conjunción del día de San Valentín, institucionalizado por el monstruo de la
globalización como día universal del amor, con el miércoles de carnaval, es decir que, a menos que prescindamos de una de las dos celebraciones, nos veremos irremisiblemente enlutados a la par que enamorados festejando el entierro de la sardina y el advenimiento de la abstinencia. Si bien se mira, la cosa tiene su gracia e incluso encierra cierta lógica, algo macabra, sí, pero lógica al fin, dado que en las carnestolendas se celebra la batalla de Don Carnal contra Doña Cuaresma y son, por tanto, la crónica de la muerte anunciada del primero. “Carnis-tollendus” mediante ˗que viene a significar ‘retirada la carne’˗ parece que se nos presenta un día de San Valentín sólo apto para amores platónicos… Pero démosle a Don Carnal lo que es suyo, al menos durante los preceptivos tres días previos al miércoles de ceniza y hasta la fecha de la luctuosa conjunción, y dejemos que se explaye esa parte del amor que es pura química, pura materia orgánica, carne pura. Así es como se titula un brevísimo libro, delicioso e intenso, de Ángel Guinda editado por Lastura: “Materia del amor”. De él quiero traer aquí un poema que, curiosamente, lleva el mismo título que uno mío que leyó el propio Ángel Guinda en el acto dedicado a los poetas aragoneses organizado por el Ateneo de Madrid el pasado día 17 de enero dentro del “Ciclo homenaje a la historia de la poesía española”:
EL PUENTE
Antes de abrir los ojos
ya te había mirado.
Todo lo veo, ahora,
vivo a través de ti.
Eres un puente erguido
desde la tierra al cielo,
una gota de sol
que ilumina este mundo.
Eres el brote nuevo
que hace intenso el futuro;
mi piedra incandescente,
mi cercano infinito.
Eres la puerta abierta,
la tensión del silencio,
lo eléctrico y magnético.
Eres lo inalcanzable,
la belleza inmortal,
porque yo te he inventado.
El extraordinario poeta que es Ángel Guinda demostró una vez más en aquel acto la bellísima persona que también es, leyendo con su acostumbrada generosidad los poemas de quienes le acompañaban en el programa, Miguel Ángel Yusta y Ángel Petisme, a quien un contratiempo de última hora le impidió estar presente y fue amablemente sustituido por otra gran poeta, Teresa Agustín. Tal vez por ese tipo de gestos y por el buen ambiente que por lo general los acompaña, los poetas aragoneses se van ganando fama de ser poco dados a enredarse en rencillas y comportarse, por el contrario, como leales “hermaños”. Así lo indicaban las palabras con las que el coordinador y presentador, Aarón García Peña, cerró aquel acto del Ateneo: “creo que los poetas aragoneses tienen muchas cosas que enseñarnos, han demostrado que los poetas pueden ser generosos con los propios poetas; la mejor manera de ser generoso es aprender de otro y no despreciar a los demás, y creo que los poetas aragoneses están dando ejemplo de cómo pueden crecer entre ellos sin hacerse daño. En muchos aspectos deberíamos aprender de ellos”.
No dejó de mencionarse repetidamente en aquel homenaje a los poetas aragoneses el actual auge literario en Aragón, que se ha calificado como de una “nueva Edad de Oro de las letras aragonesas”. Tal es el titular con el que aparecía el artículo de octubre de 2017 de la revista “Leer” cuya autora, Maica Rivera, señalaba que el apoyo desde las editoriales a los autores emergentes así como desde las instituciones o desde la propia universidad han sido los elementos determinantes para ese despegue literario aragonés, pero no los únicos: “La continuidad y gratitud intergeneracional es otro de los rasgos característicos de la escena literaria aragonesa”, dice Maica Rivera, que termina su extenso artículo con estas palabras de Martínez de Pisón: “Desde los años 80, en los que coincidieron varias generaciones de escritores aragoneses que publicaban en editoriales nacionales, la salud de la literatura aragonesa no ha parado de fortalecerse”. Honrado de que pese a su proverbial humildad se le reconozca en casa como el gran escritor que es, concluye: “Eso de que nadie es profeta en su tierra no se aplica en Aragón”1.
El encuentro de los poetas aragoneses en Madrid fue un acto emocionante en el que se leyeron poemas de multitud de autores aragoneses por parte de los invitados y del público asistente, y que fue gratamente amenizado por la declamación de Mayte Domínguez con acompañamiento al piano de Pablo Bethencourt. Pero volviendo a la materia que nos ocupa estos días, que no es otra que la del amor como rezaba el título del librito de Guinda, no me resisto a compartir con ustedes un poemade mi último libro, el correspondiente a la casilla “El ángel” de “La senda Impar” y titulado, precisamente, “Química”; con él que les deseo un feliz día de los enamorados y también un buen miércoles de ceniza:
EL ÁNGEL/ QUÍMICA
En la luz que a las nubes torna gasas rosadas,
en los pequeños ruidos metálicos del alba,
en la sangre que expande su percusión de vida,
en todo lo que escucho me das los buenos días.
No cejará mi empeño, por más que pertinaces
amarras me sujeten a este lecho de escombros:
cada pulmón dedico, cada ojo, cada tímpano,
a saberte conmigo, a llegarme a tu lado.
Tengo piel, soy salada, doy saliva en los besos;
aspiro las moléculas de tu aliento, y me mueve
la combustión de todo lo que en mi ser dejaste,
la alquimia que derrama tu amor y me saluda.
No podría entender, por más que lo explicaras,
ese pesar que sientes y que llamas ausencia.
El mundo es esa válvula de escape en que tu cuerpo
va dejando una estela de energía del alma.
Yo no veo más que amor donde tú ves cenizas,
lo que ardió para mí sigue estando en el aire,
la dicha que me diste va en átomos cargados
de fuerzas luminosas, incandescentes, vivas.
Y no veo más que a un dios donde ves tú un infierno,
porque siento en mis ojos la fresca fotosíntesis
de cuantas briznas verdes me dieron tus miradas
en haces de partículas que para siempre brillan.
En las alas azules de la mañana veo
tu silueta de ángel incrédulo que arroja
con su resuelta furia natural lo que anima
su corazón de carne fatigada y amante.
Y no veo más que un Hombre donde ves tú un diablo
caer de un cielo que cubre cuanto amo. Y te amo.
1 Del artículo de Maica Rivera para la revista Leer, consultado en: http://revistaleer.com/2017/10/letras-aragonesas-una- edad-de- oro/)
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