El último libro de poemas de Rafael Soler, titulado Memoria y no (Huerga y Fierro, Madrid, 2024) nos advierte de que no solo importa lo que se recuerda, sino lo que no. Así lo dijo su autor hace unos días en la librería La República de las Letras, cuando fue preguntado por el contradictorio título, que encierra la paradoja que recorre sus páginas: la de un yo poético que, situándose en el último tramo de la vida, asiste perplejo tanto al aluvión de los recuerdos de toda una vida almacenados por la memoria, como a la descomposición de aquella, patente sobre todo en una suerte de afasia que le lleva a empezar, bendecir o brindar por el año «nievo».
La pregunta crucial que responde –y no– este libro es la del título de uno de los poemas: ¿Para quién el porvenir cuando perece? Porque si hubo un tiempo en el que cada año era posible localizar lo porvenir en el verano, con su banda sonora de chicharras, sus vides y avisperos junto a la tapia donde apoyar las bicicletas, el que nos habla desde la ficción poética nos recuerda en el poema Intuición de los peligros ciertos que todo lo que está en trance de perecer –como la memoria – no irá a parar a otro sitio que a la mar, que es el morir:
Transparente quietud
perdón con el no amado
luz que viene copo a copo
obediente al día
apátrida me inclino
ante el exilio irremediable
obediente al día
apátrida me inclino
ante el exilio irremediable
tan solo el mar tiene memoria[i]
[i] Soler, R. (2024:94)
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