No sé ustedes, pero yo veo a cualquiera de nuestros cuatro líderes nacionales y me entra un desánimo. Oigo a lo lejos mientras deambuló por mi casa una rueda de prensa, una entrevista, un especial informativo sobre los pactos de gobierno y me entra un agotamiento que deja corta la astenia primaveral.
Y se lo dice una freak de la política, que durante la campaña electoral me veía en diferido los mítines de los principales partidos para ver cómo entrábamos en una «nueva era política «, así que me imagino cómo debe de estar de harto el resto del personal que no sufre de estas desviaciones.
Ni un análisis más, ni una tertulia, ni una encuesta, ni una columna de opinión, yo ya no soy capaz de digerir más comedia política ¡Si es que no hay nada más que analizar! Las posturas están claras desde hace 100 días y aún nos quedan 86 hasta el 26 de junio.
¿Se imaginan tres meses más escuchando afirmaciones cómo lo que nos importa de verdad es España, hay que tener altura de estado, nos falta cultura de pacto, mejor un acuerdo que nuevas elecciones? Sumado a los chascarrillos sobre los regalos de unos a otros, las invocaciones a las series de moda, las visitas a ferias y convenciones; te entran ganas de tomar las calles, aunque sólo sea para encontrar sitio en las terrazas.
¿Saben ese momento en cualquier relación en el que estás a punto de no soportar a la otra persona? Y tienes que hacer un esfuerzo de valoración, de reflexión de lo bueno que te aporta, de asunción de tus errores para no largarte. Pues yo con Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Albert Rivera (por orden de resultados) lo he pasado hace días. No con todos en el mismo grado, para ser sincera, pero los tics de cada uno no los aguanto. La pasividad de Rajoy, el optimismo de Sánchez, el desconcierto de Iglesias, y la perfección de Rivera me hacen ponerme de parte del expresidente Aznar (quién me lo iba a decir) cuando ayer, en el quinto homenaje a Vargas Llosa en una semana, reclamó nuevos liderazgos políticos.
Da igual que sean viejos o jóvenes, la edad no se ha demostrado como una variable que mejore la situación, pero si se pudiera mover un poco el banquillo igual la hartura se nos iba pasando un poquito. Seguro que será que hemos votado mal, que no sabemos, que llevamos sólo 40 años votando y aún no le hemos cogido el tranquillo, pero los que no son capaces de ponerse de acuerdo alguna responsabilidad tendrán.
Aunque no lo parezca todo ésto venía a hacer un llamamiento a no caer en el desánimo, ni en el abstencionismo, porque nuestro mayor poder como ciudadanos es el voto, y ejerzámoslo las veces que hagan falta para ver si nuestros líderes al segundo intento entienden el sentido de nuestra decisión. Porque como decía Negrín, resistir es vencer, y aunque agotados o hartos, ésta es nuestra democracia, y debemos hacer que esta época de incertidumbre no sólo no la debilite sino que la fortalezca, y éso resulta imposible sin nuestra participación y supervisión.
Eso sí, yo no sintonizó La Sexta hasta la noche electoral del 26 de junio, a no ser que por dejarme mal se forme gobierno sin necesidad de nuevas elecciones, y ahí estaré como la primera viendo el especial informativo.
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