Dimite Esperanza Aguirre, es la segunda vez que se va sin irse, y a mí me deja un poco huérfana. Porque si supiera la señora Aguirre, las veces que yo la he utilizado en clase como ejemplo, me haría pagarle derechos de autor que a viva no le gana nadie.
¿A quién voy a poner yo ahora como paradigma del neoliberalismo del que no se alejaba en su práctica política ni un milímetro? Su defensa de la libertad como valor supremo, del Estado en su versión mínima, su confianza en el mercado como corrector de las desigualdades sociales, y su aversión a todas aquellas políticas que tuvieran como resultado final la igualdad.
Todas las ideologías políticas se pueden explicar en un continuum cuyos extremos son la libertad de un lado y la igualdad de otro. Cuando más interviene una administración para redistribuir la riqueza (impuestos, prestaciones sociales, igualdad de oportunidades) más interfiere en la libertad individual. Con carácter general el alcance de la libertad económica para los individuos y las empresas se reduce a medida que se intensifica el objetivo de igualdad. Así encontramos en un extremo el comunismo y en el otro el neoliberalismo, y el resto buscando su propio equilibrio entre ambos conceptos.
Pues un extremo lo he perdido, porque todos lo entendían rápidamente cuando ponía como ejemplo a Esperanza Aguirre. Prevalecía el derecho a la elección de colegio o de hospital por encima de si éste era de gestión pública o privada (8 hospitales durante una legislatura construidos y gestionados a cargo de empresas privadas concesionarias). Esperanza Aguirre era clara en sus principios, no se escondía bajo el centro político, ni llamaba a la clase trabajadora, clase media-trabajadora, concepto que a mí se me escapa por completo.
Pero para ser una neoliberal de pro, tenía y tiene una dosis de populismo, que alguno de los nuevos políticos ha debido de aprender viendo sus vídeos. Desde que Pablo Carbonell en el «Caiga quién Caiga» la descubrió para el gran público y ella aprendió la importancia de estos gestos, el personaje mediático no paró de crecer. Vestida de chulapona, abrazando señoras y niños en los mercados, dando ruedas de prensa como protagonista de «Lo imposible» con sus calcetines y sandalias se hizo omnipresente en los medios, incluso cuando dimitió en 2012 de la Presidencia de la Comunidad de Madrid no nos dimos ni cuenta.
Ella es sobretodo una superviviente; de su propio partido, de elecciones no ganadas que la llevaron igual a la Presidencia de la Comunidad, del accidente del helicóptero, o del cáncer.
Dejando a un lado, lo mucho que hay que dejar en ella, sus posibles implicaciones en casos de corrupción,su manipulación de los medios públicos y de sus profesionales (el pago de 16 millones de euros a periodistas afines al PP desde Telemadrid), la ayuda del Tamayazo en su carrera política, yo la voy a echar de menos. Espero que un puesto de tertuliana en las cadenas amigas le quedé, porque el espectáculo es ella.
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