El año nuevo ha comenzado con luna llena y lluvias, lo que sin duda es buen presagio tras un solsticio de divorcio: el 21 de diciembre pasado, momento en el que el sol alcanzaba el punto de máxima declinación sur y se detenía allí antes de reanudar su rumbo (solstĭtium es según Joan Corominas un compuesto en latín de ‘sol’ y ‘stare’ que viene a significar ‘sol detenido’) fue el día en el que, coincidiendo con los comicios sobre la independencia de Cataluña, asistí al estreno del impresionante espectáculo de pompas de jabón Experiències, de Pep Bou, en el Teatro Español. Me pareció toda una constelación de coincidencias. Separatismo y pompas de jabón en la noche más larga del año… En fin, el espectáculo resultó precioso, y uno de los motivos más importantes fue, para mí, la música en directo.
La música y el proceso de divorcio de los territorios de España no son todo lo que podría rememorar de estas últimas semanas, claro está, pero sí son los acontecimientos más sonoros que tuvieron lugar en esas fechas, fuera del ámbito doméstico y navideño. Viendo la noche del 29 de diciembre a Nacho del Río, dentro del ciclo de conciertos organizado por la Casa de Granada con motivo del centenario de Manuel de Falla, le oí decir ante un público rendido a su talento de cantador de jotas aragonesas que la ilusión de su vida sería traer la jota a Madrid, esto es: cantar en el Teatro Real. Y esto lo decía él, cantador de jota que, como rezaba en el programa de mano “bien merece el calificativo de excepcional por su voz, por su estilo y por su constante búsqueda de nuevos caminos interpretativos, así como por el estudio y recuperación de las antiguas tonadas”, él, que ha ganado los premios de los mejores certámenes de canto y actuado en los más destacados escenarios, como el Teatro Principal, el Palacio de Congresos de Zaragoza, el Palau de la Música o el Gran Teatro del Liceu de Barcelona… Pero el Real tiene un no sé qué de conquista que tal vez tenga que ver con su situación en la capital. Precisamente un día antes –una coincidencia más– había estado en ese mismo teatro, por invitación de Salvador Mira, poeta y escritor gallego tan querido, en un espectáculo en el que entre otros artistas participaba la cantante Rosario Flores; recordó Nacho del Río que el flamenco y la jota beben en una fuente común, e incluso nos regaló una jota con influencias flamencas dedicada a la
Niña de la Puebla… pero es un hecho que el primero tiene muchísima mayor notoriedad que la segunda. Es un lugar común que el flamenco ha desbancado a las otras manifestaciones folclóricas peninsulares, y quizás sea por eso que casi todas intentan fusionarse con él. Lo cierto es que los cantantes folclóricos flamencos actúan en el Real y no los cantadores de jota, que siguen aguardando el advenimiento de su particular solsticio: el punto en el que la oscuridad comienza a perder la batalla frente a la luz del éxito.
Música que se fusiona y une, junto a desunión nacional. Como la detención solar en los puntos más lejanos al ecuador es lo que caracteriza los solsticios, podría fácilmente establecer un rápido paralelismo con esos acontecimientos que tuvieron lugar poco antes o después del último solsticio de invierno diciendo que todo parece indicar que se ha alcanzado un punto de no retorno, pero en realidad ocurre justamente lo contrario, como se sabe desde las edades más antiguas del Hombre y mucho antes de llegar a nuestros actuales conocimientos astronómicos; sin ir más lejos en el Libro de las mutaciones, uno de los tratados más antiguos del mundo, cuyo origen se remonta a más de 3.000 años, se dice del hexagrama 24, correspondiente al solsticio de invierno o retorno:
«El tiempo de la oscuridad pasó. Ahora viene la victoria de la luz. El solsticio de invierno trae la victoria
de la luz. El hexagrama está asignado al 11° mes, el mes del solsticio (diciembre-enero).
EL JUICIO:
“Retorno. Éxito. Saliendo y volviendo sin error. Los amigos vienen sin reproches. El camino va y viene. Al séptimo día regresa. Es ventajoso tener donde ir”.
Después de una época de decadencia comienza el regreso. El poder de la luz, que había sido alejado, se halla de vuelta. Hay movimiento, pero no es algo impuesto: el trigrama superior, K’un tiene el carácter de abandono y de dar de sí mismo. Es entonces un acto natural que nace espontáneamente. Es por eso que la transformación de las cosas viejas se hace fácilmente. Lo viejo es depuesto a favor de lo nuevo introducido. Uno y otro corresponden al tiempo y no producen ningún daño. Grupos se forman de seres animados por los mismos sentimientos. Pero esas reuniones se hacen abiertamente, ellas corresponden a la época y es por eso que todo esfuerzo particular y egoísta está excluido y no hay en ello ninguna falta.
El retorno tiene su fundamento en el curso de la naturaleza. El movimiento es circular. La vía se cierra sobre ella misma. Por eso no debe precipitarse nada artificialmente. Todo viene espontáneamente cuando ha llegado el tiempo. Tal es la Vía del cielo y de la tierra. Todos los movimientos se cumplen en seis etapas, y la séptima trae como consecuencia el retorno. Así, al séptimo mes después del solsticio de verano, donde comienza a declinar el año, viene el solsticio de invierno. De la misma manera que la salida del sol viene a la séptima hora doble que sigue al ocaso. Es por eso que el siete es el número de la joven luz que nace cuando el seis, número de la oscuridad, se acrecienta de una unidad. Así el movimiento llega al reposo.
LA IMAGEN:
“Trueno sobre la tierra. La imagen del punto de retorno. Así, los reyes de la antigüedad cerraban los pasajes en el tiempo del solsticio. Mercaderes y extranjeros no circulaban y el gobernante no viajaba por las provincias”.
El solsticio de invierno ha sido celebrado desde siempre en China como el tiempo de reposo del año, costumbre que se celebra con el tiempo de reposo observado a la ocasión del año nuevo. En invierno, la potencia vital (simbolizada por el trueno, lo que despierta) está todavía bajo tierra. Los movimientos están apenas en sus primeros inicios. Es por eso que se debe todavía fortificar con el reposo, con el fin de no malgastarlo haciendo de él un uso prematuro. Esta máxima, que prescribe permitir a la energía que se renueva fortificarse con el reposo, se aplica a todas las situaciones análogas. La salud que retorna después de una enfermedad, la comprensión que renace después de un desacuerdo, todo debe ser tratado, en sus comienzos, con la delicadeza y las comodidades para que el retorno conduzca a la prosperidad».
Una, que es aragonesa de nación pero madrileña de adopción y gallega de vocación, no puede sino desearle a Nacho del Río esa actuación en el Real que sin duda tanto merece, a los convecinos de esta piel de toro la tan ansiada convivencia en paz, y a todos ustedes que me leen un muy renovador tiempo de solsticio, de acuerdo con esa famosa cita de Albert Camus que dice: ‘En mitad del invierno encontré en mí un verano invencible’.
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