El miliciano y escritor José María Aroca llegó a Huesca a finales de agosto de 1936 con la columna Ascaso. Tomaron el cementerio haciéndose fuertes en esta posición hasta la caída del frente, el 25 de marzo de 1938. Aroca escribe en “Las Tribus” (1972):
“Cuando llegamos al cementerio de Huesca, descubrimos que uno de sus muros estaba literalmente acribillado a balazos. Al pie de la pared, la tierra, amasada con sangre, tenía un color parduzco. La cal aparecía salpicada, aquí y allá, de cabellos y de sesos humanos. En aquella tapia, los sublevados habían estado fusilando a los izquierdistas de la capital. Dentro del cementerio, unas inacabables fosas comunes daban testimonio de lo implacable de la represión fascista”.
En ese muro, el del lado oeste del antiguo recinto civil del cementerio, se fusiló en julio y agosto de 1936 a ciento cincuenta y tres personas. Aroca fue testigo del terror. De un terror incesante, sistemático, calculado, que se prolongó en el antiguo cementerio de Las Mártires. Y cuando el recinto municipal fue conquistado por las tropas franquistas, volvió a ser utilizado como lugar de ejecuciones para otras ciento noventa y cinco personas que habían sido condenadas a muerte tras juicios militares sumarísimos, en los que no habían tenido ninguna oportunidad de defensa. Los últimos fusilamientos tuvieron lugar el 23 de enero de 1945, todavía seis años después de la victoria franquista.
Esta tapia herida por las balas es el lugar de memoria por excelencia, ámbito en el que recordar la barbarie fascista, la brutal represión desatada para seguir las instrucciones del golpista general Mola, “director” de la sublevación: “Es necesario crear una atmósfera de terror, hay que dejar sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todo el que no piense como nosotros. Tenemos que causar una gran impresión, todo aquel que sea abierta o secretamente defensor del Frente Popular debe ser fusilado”.
Un grupo de ciudadanos organizados en un colectivo memorialista y el sindicato CNT de Huesca, la organización más numerosa y castigada entonces, honramos la memoria de Ramón Acín y Concha Monrás en diciembre de 2004, colocando una placa en la casa de la calle de Las Cortes donde vivieron el artista y su querida compañera y de donde fueron sacados violentamente para ser asesinados. Cientos de personas nos congregamos en aquella fría mañana que se llenó de emoción y sentimiento. Once años después, en el ochenta aniversario del inicio de la guerra, volvemos a proponer una actuación de carácter simbólico y reivindicativo, un acto de justicia y de reparación. Y de nuevo contamos con el artista y diseñador Óscar Lamora, autor de la pajarita que preside la fachada de la vieja casona donde Ramón, Concha y sus hijas Katia y Sol fueron felices hasta el trágico verano de 1936.
Óscar Lamora ha diseñado un memorial que es una poesía hecha materia. Escribe Óscar: “Aquel horror que por excesivo no puede ser descrito documentalmente puede llegar a quedar inscrito en el arte».
Óscar Lamora ha diseñado un memorial que es una poesía hecha materia. Escribe Óscar: “Aquel horror que por excesivo no puede ser descrito documentalmente puede llegar a quedar inscrito en el arte. Aquel horror que por excesivo se torna indescriptible puede, a través del arte, quedar inscrito en el interior de un muro. A saber, el mismo muro testigo y fondo del horror”. Su propuesta “pretende recuperar del interior de ese muro el núcleo central del drama, que de forma primordial no es otro que el de las vidas arrebatadas en cada uno de aquellos funestos amaneceres. El muro y lo que este testimonia; realzar su carga simbólica, dignificar, preservar, no-derribar, abrir, señalar el lugar. Un corte a modo de cata arqueológica que haga emerger simbólicamente los nombres de todas aquellas personas asesinadas, despojadas, y en gran medida, omitidas y olvidadas por la historia oficial”.
En este homenaje, sentido, sincero e intenso, han intervenido en la parte técnica, con la misma generosidad y desprendimiento que Óscar, el arquitecto Rafael Zalba y el herrero y artista Eduardo Cajal. Las obras las ejecutará el Ayuntamiento, cuyo equipo de gobierno ha valorado y compartido con los promotores el alcance del gesto desde el punto de vista de la recuperación histórica, de la memoria democrática y de la elemental reparación.
El 23 de agosto de 2016 inauguraremos el memorial, una brecha de 16 centímetros de anchura, vertical como una silueta que enfrenta los fusiles y transparente para que la penetre el aire que aviente las exigencias de justicia y libertad por todos los caminos.
Hemos puesto en circulación unos bonos de ayuda para financiar materiales, las planchas de aluminio donde se grabarán los nombres de todos los fusilados en Huesca entre julio de 1936 y enero de 1945. Más de medio millar de nombres que se leerán en ese corazón del muro donde un día se incrustaron las balas.
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Nota: Los bonos de pueden comprar al precio de 5 € en la Librería Anónima, en Librería Iris, en La barbería del Coso y en otros lugares que iremos anotando en próximos días. También hemos abierto una cuenta para aportaciones voluntarias o compra de bonos que podemos enviar por correo fuera de Huesca:
Número de cuenta: ES95 2085 2076 3703 3034 0592.
Correo para solicitar bonos: memorialhuesca@gmail.com
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