“No quieras ver cómo están las cosas en Cataluña, los nacionalistas lo copan todo, sólo queda una opción, votar a Ciudadanos”. Esta sentencia es común entre muchas personas que viven desde hace años en Cataluña y miran con recelo e incluso temor una hipotética independencia catalana. La verdad es que yo no vivo allí, en Cataluña, en ninguna parte, ni en las zonas independentistas de Solsona ni en las más unionistas de Badalona, en ninguna de ellas, pero al parecer, y según me cuentan, el debate nacionalista es el debate político que copa todas las conversaciones de café matinal y tertulia vespertina.
Personalmente el nacionalismo, sus debates y propuestas me resultan incomprensibles, quizá por mi formación histórica, quizá por mi ideario político, quizá por ambas cosas o por ser nieto de anarquistas, quien lo sabe, pero como consecuencia de ello constato un debate castrado, una guerra de posiciones que me recuerda a las guerras de religión de los siglos XVI y XVII europeo, donde se cortaban el cuello unos cristianos a otros por cuestiones teologales que, obviamente, escondían luchas por el poder.
Si el sufrido lector de estas líneas se trasladase a la Francia, o a la Alemania, del XVII seguramente no entendería nada. Y por más que un calvinista tratase de explicarle su postura religiosa, antagónica de los papistas romanos, o un luterano las garantías de salvación de su alma merced a su interpretación bíblica, le produciría igual horror y repulsa que nos producen ahora las muertes y atentados en nombre del Islam: se sea creyente, agnóstico o ateo, hay discursos que ya no generan pasiones como en su momento hicieron.
Con el asunto del nacionalismo pasa algo muy parecido, al igual que el mundo religioso, parte de profundas y sentidas convicciones personales que poco o nada tienen que ver con la razón. Hay quien ha llegado a afirmar que el nacionalismo es la nueva religión laica del mundo contemporáneo que sustituyó a las antiguas creencias. En su nombre está permitido matar y morir, sus símbolos son sagrados, la bandera, el himno, los mártires de la patria están en los altares y se les rinde culto cívico. Morir por la patria (o matar, da lo mismo) es hacerlo con honor y con un inmenso reconocimiento social de tu comunidad.
Pero el nacionalismo es ciego, como la concepción de la religión durante la Edad Moderna, es homogeneizador y excluyente, o conmigo o contra mí. Y por supuesto el nacionalismo niega al contrario al mismo tiempo que se exime de ningún tipo de falta.
Volvamos a la frase que encabeza este artículo: “No quieras ver cómo están las cosas en Cataluña, los nacionalistas lo copan todo, sólo queda una opción, votar a Ciudadanos” ¿Acaso Ciudadanos no es un partido político nacionalista? Naturalmente, no menos que ERC o las CUP, un partido nacionalista español. El discurso pretendidamente antinacionalista de Ciudadanos tiene unas bases firmes en el nacionalismo español, su nación es España y es tan sagrada como Cataluña lo es para los independentistas, al fin y al cabo tan patriotas los unos como los otros. Mirándolo bien, tienen razón cuando dicen que en Cataluña los nacionalistas lo copan todo, por un lado los nacionalistas catalanes tienen buena parte del poder institucional y mediático pero es que el resto está en manos de partidos nacionalistas españoles, el PP, el PSOE y Ciudadanos. Bueno, hay que reconocer que existe un grupo de personas que miran con extrañeza todo este tinglado y dicen, bueno, sí, hagan ustedes sus rezos y procesiones, conmemoren a sus mártires y rindan pleitesía a la bandera, al himno y al resto de símbolos pero déjennos que nosotros nos preocupemos por la vivienda, por la sanidad, por la educación, por las pensiones… Son toda esa gente que se está articulando en torno a Ada Colau y que está sometida a presiones de todo tipo, el primero el de tener que tomar posición, a favor o contra de la independencia. ¿Calvinista, luterano, católico? Tiene usted que elegir, no puede mantenerse al margen. Lo mismo pasa en este caso. Miren, existen personas que han roto ese paradigma y ven estos debates, estos conflictos como muy peligrosos y sobre todo muy viejos, de algún siglo pasado.
Votar a Ciudadanos, es la única opción
Por Jesús Pérez Navasa
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