Desde la Plataforma Oscense por los Derechos Humanos se ha convocado para este miércoles, a las 19.30 en los Porches de Galicia, una concentración solidaria con los Titiriteros encausados en Madrid, sí, esos a los que acusan de enaltecimiento del terrorismo y les han incautado sus peligrosas armas: los muñecos de guiñol y el escenario portátil. La concentración, además de mostrar la solidaridad con los dos artistas pretende denunciar el tremendo retroceso que estamos sufriendo en los últimos años en cuestiones de libertades básicas, esas libertades que la Constitución proclama como derechos esenciales tales como la libertad de expresión.
Ya son muchos los ejemplos de libertad de expresión cercenada y perseguidos por parte de los poderes del Estado, en algunos casos mediante sanción administrativa que persigue la muerte civil de la protesta mediante la imposición de multas de quienes protestan, en otros, los más llamativos, mediante el calvario de sufrir un penoso e incierto proceso judicial. Los titiriteros son el caso más mediático pero hay más, desgraciadamente la Justicia hace pasar por sus banquillos a artistas, pintores, cantantes o simplemente gente que se manifiesta públicamente dando una opinión, la que sea, que habitualmente es contraria al pensamiento mayoritario.
Los personajes más oscuros de la caverna mediática proclaman estos días su fe en la libertad de expresión pero inmediatamente matizan tal afirmación diciendo que no todo vale, que no se puede amparar cualquier cosa. A mi me recuerda aquello que decía Franco, “libertad, sí, pero dentro de un orden” Y es que la libertad de expresión también estaba regulada por ley durante el franquismo, como ahora. La diferencia, dirán ustedes, es que aquella ley era ilegítima porque procedía de una dictadura y la legislación actual proviene de una democracia. Pero ¿son legítimas todas las leyes de los parlamentos democráticos? ¿Era legítima la segregación racial en los Estados Unidos aunque fuese una democracia? El asunto es de prioridades y de gradación. De prioridades porque algunos pensamos que los principios básicos, como la libertad de expresión, están por encima de las formas de gobierno, como por ejemplo la democracia representativa occidental. Ninguna democracia está legitimada para cercenar los derechos fundamentales, los derechos humanos, por muchos votos que tengan sus parlamentarios. De gradación porque las libertades son o no son. Regular los derechos fundamentales básicos, la libertad de expresión en este caso, es lo mismo que hacía el franquismo, la dictadura apretaba más las tuercas y los demócratas modernos las aflojan un tanto menos, pero el principio es el mismo, la libertad está sujeta a los designios del poder.
No me resisto a contar una anécdota. Como miembro de la plataforma convocante salí la mañana del domingo a pegar unos carteles fotocopiados por mi barrio con un rollo de celo. Cuando estaba terminando se me acercó una señora mayor y me dijo que había un “hombre” que estaba arrancando lo que yo pegaba. Me dijo que ella se encaró a él pero no consiguió evitar que enviase a la basura los carteles que veía. Le di las gracias por la información y volví a reconocer los destrozos. La paradoja es que yo, haciendo uso de mi libertad de expresión, estaba anunciando la concentración del miércoles mientras que “el hombre”, haciendo uso de la suya, los estaba arrancando. ¿Qué podía decirle si lo encontraba? Tan sólo eso, que mientras él creía que yo no tenía derecho a exponer mis ideas de forma pacífica, yo pensaba que él sí tenía derecho a quitar mis carteles, y que la manifestación era para defender también su derecho a expresarse.
Leave a Reply