¡Sí, sí, respetuda!, no han leído ustedes mal ni se trata de una errata… En Aragón hay, como en todas partes, gente respetable y gente respetuosa, pero también gente respetuda. Se trata de esa gente que va a un restaurante, un hotel o cualquier otro sitio no por ser bueno o de su agrado, sino por tener “categoría”, ya que todo lo que no la tiene es propio de la “chusma”. La gente respetuda, por poner un ejemplo, no tiene empleada de hogar, sino “chica de servicio”, no alquila un piso en una ciudad, sino que “abre casa” en ella, y no queda con los amigos como usted o yo para tomarse algo y charlar un rato, sino para “alternar”. Parecen olvidar, o querer olvidar con todo propósito, lo que significa verdaderamente el respeto y lo que supone respetar a los demás. La palabra respeto tiene un origen y un sentido profundo, ya que procede del latín ‘respicӗre’ que significa, según Joan Corominas, ‘mirar atrás’ (esto es, mirar por los menos aventajados o afortunados), salvo cuando la usa un respetudo, para quien ese mirar atrás se vuelve, casi con naturalidad, un ostentoso mirar por encima del hombro. La gente respetuda, ya digo, usa con poca propiedad el término respeto, pero acude a él con presteza cuando se enfada para proferir, sin perder la arrogante inexpresividad de los que ya comienzan a embalsamarse en vida a jeringazos de toxina botulímica, sus «¡oiga, un respeto, no sabe usted con quién está tratando!».
Menos mal que en aragonés, dialecto septentrional del latín como lo fue su coetáneo el castellano, todavía es posible acudir a los sufijos para distinguir, al menos en lo que a pureza etimológica se refiere, el grano de la paja:
“Hay palabras, como ababol, que, no desmereciendo en suavidad de sus respectivas castellanas, obedecen más a su etimología; (…) hay otras sutilísimas, como respetudo y gobernudo, que denotan, no ya la idea despectiva propia de esa terminación, sino una especie de falsa importancia, pues respetudo quiere decir el que inspira cierto infundado respeto, no por lo que es en sí, sino por su edad, su figura y su entonación oraculosa; y gobernudo, no el que es realmente metódico y ordenado, sino el que bulle mucho y parece estar en todo”. (Jerónimo Borao: “Diccionario de voces aragonesas”)
En el habla actual de los castellanos y de los aragoneses, el sufijo –udo suele conferir a las palabras un cierto sentido grotesco o peyorativo, como en ‘melenudo’ o ‘cornudo’, aunque en los registros coloquiales hay ejemplos también de tales derivados con sentido apreciativo y hasta aumentativo, de los que valen como ejemplos ‘suertudo’ o ‘pistonudo’. Pero el uso de la palabra aragonesa respetudo me ha recordado también algunas otras en las que se observa un matiz de ampulosidad, grandilocuencia, arrogancia e incluso pedantería, como en ‘campanudo’, que se suma al hecho de que, como señalaba el erudito Borao, todo ello es, además, infundado. Ese último matiz es el que prevalece en la voz aragonesa respetudo, y no estaría de más trasvasarlo al castellano actual para mejor esclarecer que, al igual que no es oro todo lo que reluce, tampoco son respetables todos los respetudos, ni la respetabilidad implica necesariamente la cualidad de ser respetuoso con los otros. Lo fundado e infundado del respeto que merecen quienes son respetuosos, respetables y respetudos parece simplemente cuestión de gradación, o quizás degradación. No sé qué opinarán ustedes…
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