Tras la presentación y proyección del documental tuvo lugar un coloquio en el que se debatió sobre el panorama actual de la música de raíces folclóricas en Castilla y León, si bien los participantes en la mesa redonda insistieron en que la situación descrita en la película es extrapolable a casi cualquier otro territorio. Aparte del sempiterno dilema entre tradición e innovación, que viene casi por defecto asociado a cualquier asunto relacionado con la cultura popular y su peculiar forma de transmisión de una generación a la siguiente, el debate vino a centrarse en la necesidad de apoyo institucional a una forma de cultura íntimamente ligada al medio rural, acuciado por la gangrena de la despoblación. Los diferentes protagonistas del documental inciden en este aspecto tanto como en señalar que el empuje con el que los productos culturales de la globalización han colonizado nuestras vidas ha terminado prácticamente por desbancar nuestras tradiciones.
Uno de ellos resumió el problema y lo expresó con enorme precisión: sin origen, no hay camino, no hay norte al que dirigirse. Justamente ese mismo mensaje, aparentemente claro en su rutilante sencillez, es el que me ha costado a mí casi tres años de indagaciones poéticas en el libro que recientemente he dejado ya en manos de la Editorial Manuscritos con el título de Mutaciones.
Tras la reflexión en clave poética sobre el movimiento, es decir, sobre los cambios de localización o de atribución que experimentan los objetos, la conclusión es que lo único inmutable en todo cambio es el origen. Mi libro, estructurado en diez series de seis poemas cada una, que sondean conceptos tales como la distancia, la duración, la intensidad o la tensión, termina con otras cuatro series de cuatro poemas dedicados a los elementos, las estaciones, los puntos cardinales y las dimensiones físicas, bajo el rótulo de “Límites”. El dedicado a una de las dimensiones topológicas, la de ‘fondo’, dice así:
Fondo
Como a un pozo
fractal,
adherente,
imantado,
baja al profundo origen
de ti mismo,
al inmutable punto
de partida
de cualquier movimiento,
al fondo puro.
La conclusión de mis pesquisas poéticas coincide en lo esencial con lo expresado por los protagonistas del documental: que hay que defender, lo primero, “lo nuestro”, no porque sea mejor ni superior a lo de otros sino porque, simplemente, constituye el origen, el punto de partida, el necesario anclaje sobre el que sostenernos. No habrá, sin ese respeto al propio origen, posibilidad alguna de evolución, de desplazamiento ni de cambio, sino que, por el contrario, desprovistas de memoria, las futuras generaciones verán amputada su identidad y quedarán indefensas ante la colonización y la dominación de la más brutal uniformidad.
Pero aunque parecen estarse cumpliendo esos negros augurios que presagian la inevitable extinción de nuestras tradiciones, hay un dato esperanzador: entre el público asistente a la proyección de ¡FOLK! ayer en Madrid abundaban los jóvenes. No puede ser algo carente de significado que los jóvenes vuelvan a rastrear su origen para encontrar el norte, para indagar en su propio camino. A mí, al menos, me parece algo alentador. Enhorabuena, Pablo García Sanz, por esa mirada tuya que nos ayuda a conocernos y a reencontrarnos volviendo los ojos hacia nuestra tradición.
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