En la poesía, como en el amor y como en la guerra, lo que importa es lo que queda después, en el campo de batalla: la impresión de los grises escombros en la retina habituada aún a la luz de los días radiantes, los horizontes arrasados, sin relieve, las sombras de dioses cansados tras los largos abrazos, quizá, de despedida…
El libro del que hoy les hablo, Otro modo de tristeza (2010), de la escritora, traductora y diseñadora serbia DuŠica NikoliĆ Dann, evoca, entre los restos de un campo de batalla íntimo o externo (eso es igual, en el fondo), la belleza de lo que fue y, por lo tanto, es ya para siempre, antes de la escombrera; la belleza previa a toda desolación. Por eso esta poeta, cuyos términos metafóricos expresan y contienen el significado de su propio nombre (Alma), corta sus versos –que ella misma traduce– con las preposiciones (bez en serbio, sin en castellano) y conjunciones negativas (ni) que abundan en las nociones de vacío o carencia, de restricción y de nostalgia de lo que tal vacío, alguna vez, contuvo.
Las sugerentes imágenes, junto a la forma rupturista y deliberadamente fragmentada de los versos de DuŠica NikoliĆ Dann no dejan indiferentes a los lectores y, como muestra de lo que digo, comparto hoy con ustedes la lectura de este bello poema con el que intuitivamente comprendemos que todo camino hacia la paz (interior o exterior, ya quedó dicho) comienza en los escombros:
ABRAZO
Torre perfecta a
tu alrededor.
Quieres
quedarte para
siempre, sin
moverte, sin
respirar.
Se derrumba en el
instante y tu corazón se
transforma en
vagabundo.
Te abrigan las sombras
grises de dioses
cansados. Línea del
horizonte subraya tu
vacío. No quedan ni
escombros.
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