Foto del coro Averroes tras el taller impartido por el Director titular del Coro Nacional de España, Miguel Ángel García Cañamero (en el centro); a su derecha, el director del coro Averroes, Albano García (fuente: https://www.uco.es/servicios/actualidad/cultura).
Hace algunos años, antes de venir a trabajar a Córdoba y entrar a formar parte del coro Averroes, comencé mi libro Mutaciones[i] con un poema titulado “El lugar del canto”:
Agua no tengo,
ni palabras sabias.
Para tu sed
sólo puedo mostrarte
ese lugar
donde la fuente mana
canto líquido.
Contra tu afán
no puedo darte más
que mi canción.
Tal comienzo, en un libro que habla de cambios y desplazamientos, no era algo azaroso, sino consecuencia muy meditada de la importancia que quería concederle al ritmo de los pasos al caminar, semejante al de la poesía, la música o la danza; un ritmo que permite dotar de estructura al caos, y que facilita, con la ordenada sucesión de secuencias o etapas, completar un recorrido, llegar a una meta. Se canta para avanzar, para meditar, para animar, para vivir. Para ajustar el esfuerzo hasta llegar a la fuente de donde mana el líquido sonoro.
Cantar en un coro sirve, entre otras cosas, para comprobar que la música no es un lujo cultural, entendido como algo de lo que se puede prescindir por su falta de utilidad práctica, sino una necesidad nutricia para el cuerpo y para el espíritu. La idea platónica de que la música no es solo un ejercicio emocional sino también físico ha tenido un largo desarrollo en el tiempo. «Si alguien buscara utilidad, nada es más útil que la música, que penetrando con suavidad en los corazones a través del mensaje de los oídos, parece servir de provecho, no sólo al alma sino también al cuerpo», sentenció Tomás Luis de Victoria en pleno siglo de Oro. Y los experimentos científicos no han hecho sino darle la razón. La sincronización de los latidos del corazón entre los miembros de un coro, un fenómeno conocido como “sincronía fisiológica”[ii], tiene efectos positivos en la regulación del ritmo cardíaco; la reducción del ritmo respiratorio durante el canto coral ayuda a disminuir la presión arterial y a mejorar la función cardiovascular; sin olvidar los beneficios emocionales, neurológicos y sociales[iii]: «Por todo ello, Gertraud Berka-Schmid, psicoterapeuta y profesora de la Universidad de la Música y Arte de Viena defiende que el canto coral debería ser incluso recetado por los médicos. Aclara que, además de mejorar la concentración y la memoria, cantar en grupo refuerza y compensa la actividad de los nervios parasimpáticos, entre ellos el nervio vago, proporcionando tranquilidad, reforzando las defensas e incluso mitigando trastornos de sueño»[iv].
El Concierto de Primavera del Coro Averroes (Ibn Rushd) y la Orquesta de Córdoba[v], que tuvo lugar el día 4 de este mes de abril en el Salón de Actos Juan XXIII del Campus de Rabanales de la UCO, bajo la batuta de los alumnos de la Cátedra de Dirección de Orquesta de la Escuela Superior de Música Reina Sofía David Fernández Caravaca y Johannes Pierre Bettac, estuvo precedido unos días antes por dos sesiones de excepción para los integrantes del coro, la primera de ellas con la soprano Auxiliadora Ortiz, que incidió en la corporeidad de nuestro instrumento y en cómo amasándolo, percutiendo suavemente sobre él o modificando ligeramente su postura se logra variar o mejorar sensiblemente la calidad del canto. Y la segunda, con el director del Coro Nacional de España, Miguel Ángel García Cañamero[vi], quien derrochó generosidad a través de sus manos y su voz, con esa sabiduría plena de sencillez de quien ha recorrido sin atajos todos los caminos del aprendizaje y puede guiar a otros por sendas seguras; nos explicó el curioso fenómeno físico por el cual un grupo de metrónomos que al arrancar están desajustados, al cabo de unos instantes se acompasan entre sí y acaban marcando el mismo tiempo. Como los corazones de los que cantan juntos, cabría añadir.
«La música es el corazón de la vida. Por ella habla el amor; sin ella no hay bien posible» (Franz Liszt).
También nos instruyó sobre la relación del canto con la retórica, que no es otra cosa que el “arte del bien decir”, pues no hay que olvidar que, salvo excepciones de tipo experimental, el canto se apoya sobre la palabra -la poesía-, signo sonoro por su significante, pero dotado también de significado.
«La música coral se dirige al corazón mismo de nuestra humanidad, a nuestro sentido de comunidad y nuestras almas. Expresas, cuando cantas, tu alma en una canción. Y cuando te unes en grupo con otros cantantes, se vuelve más que la suma de las partes. Todas esas personas están abriendo sus corazones y sus almas en perfecta armonía, lo cual es un verdadero emblema de lo que necesitamos en este mundo» (John Rutter).
La inspiración –palabra crucial en cualquier arte– es en el canto el momento inevitable del callar. Mozart, para quien la música era «el único camino hacia lo transcendente», ya lo dijo: «La música no está en las notas sino en el silencio entre ellas». Respirar sincronizadamente es también una forma de administrar los silencios. Y es durante los silencios cuando es posible escuchar el latir de los otros corazones.
“La música” es el título de otro de mis poemas, de un libro anterior sobre el Camino, La senda impar[vii], que atiende precisamente a sus silencios:
Sentir callando.
La música en tus dedos
me está nombrando.
La música del alma, esencia de la armonía del universo, lo que los matemáticos de la Antigüedad llamaron “música de las esferas” y los poetas místicos como Rumi “danza de las partículas” o “baile de los átomos”, nos hace sentirnos una parte integrante de esa expresión de la belleza cósmica, que podemos oír, y que también nos oye. Así lo dijo el filósofo chino Lao-Tse seis siglos antes de nuestra era:
«La música del alma puede ser escuchada por el universo».
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[i] Susana Diez de la Cortina Montemayor (2019): Mutaciones. Editorial Manuscritos, Madrid, pág. 21.
[ii] «Es tal la compenetración entre los coristas que la Universidad de Gotemburgo ha descubierto que el ritmo cardíaco de los coristas llega a sincronizarse. Todos los corazones llegan a latir al mismo compás, se aceleran o ralentizan. La sincronización reside en el nervio vago que conecta desde la amígdala hasta el estómago, pasando por el corazón, garganta y pulmones. El director del estudio, el profesor sueco Bjorn Vickhoff asegura que cantar regula la actividad del nervio vago, que está estrechamente ligado a la vida emocional y a la comunicación humana. Según él, cantar en conjunto es una expresión de voluntad colectiva. “Solo hace falta pensar en los estadios de fútbol, canciones de trabajo, himnos, procesiones en festivales, coros religiosos o desfiles militares. Las investigaciones muestran que rituales sincronizados contribuyen a la solidaridad del grupo”» [Consultado en: https://www.jordijauset.es/wp-content/uploads/2013/08/ES_130914_Beneficios-canto.pdf el 18-04-2025].
[iii] Ibidem: «El profesor de canto del Orfeón Donostiarra piensa que el factor de unión social del canto sigue intacto en los coros. “Es muy interesante la interacción que se produce entre distintas generaciones. Esa interacción abre tu mente y tu mundo. Al pasar mucho tiempo juntos se crea una relación enriquecedora y natural entre distintas generaciones”».
[iv] Consultado en: https://www.jordijauset.es/wp-content/uploads/2013/08/ES_130914_Beneficios-canto.pdf (18-04-2025).
[v] V. https://www.uco.es/servicios/actualidad/noticiasactualidaddia/item/159550-la-orquesta-de-cordoba-y-el-corro-averroes-celebran-un-concierto-sinfonico-coral-en-el-salon-juan-xxiii-del-campus-de-rabanales
[vi] V. https://www.uco.es/servicios/actualidad/cultura/item/159422-el-coro-averroes-organiza-un-taller-coral-con-miguel-angel-canamero-director-del-coro-nacional-de-espana?lang=es&auid=51591&fbclid=IwY2xjawJyC6tleHRuA2FlbQIxMAABHvVXadBH_FzXepMGl39kG59O_Ay4A2v9axRweHo49tOSeoyXoLDS6FtHguHr_aem_Aci97GXLHzASCHFDxfGmkA
[vii] Susana Diez de la Cortina Montemayor (2018): La senda impar. Editorial Manuscritos, Madrid, pág. 31.
Susana Díez de la Cortina nos habla sobre su último poemario, Migraciones
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