La patata de Chía se siembra a los pies de la sierra del mismo nombre, entre los 1200 y 1500 metros de altitud, pero este sábado ha llegado a la vista, al paladar y también a los hogares, porque los más de mil visitantes de la Feria han adquirido durante esta jornada alrededor de 3.000 kilos. La iniciativa ha sido aplaudida por el máximo responsable provincial, Miguel Gracia, “porque surge de la implicación de la propia población”, y con ello se ha conseguido “identificar a Chía con la recuperación de este cultivo” que ha sabido transformar en “actividad económica para el valle”, ha subrayado.
La Feria de la Patata ha tenido lugar por cuarto año consecutivo, pero es la primera vez que esta variedad local cuenta con el certificado ecológico, además de haber conseguido triplicar esta temporada la producción y llegar hasta las 70.000, tal como hoy han querido destacar Enrique Barrau, el alcalde, y Arturo Lanau, presidente de la Asociación de productores, en quienes recae la organización. A Miguel Gracia, máximo responsable de la Diputación Provincial y administración que da el principal soporte económico a esta cita, se ha unido una larga lista de autoridades, entre las que se encontraba el presidente de las Cortes, Antonio Cosculluela, la presidenta de la Comarca de La Ribagorza, Lourdes Pena, junto a Maribel de Pablo y Ramón Laplana, presidenta y vicepresidente de la Comisión de Desarrollo Territorial y Medio Natural de la DPH, diputados regionales y alcaldes de municipios vecinos.
En Chía, Miguel Gracia ha situado esta iniciativa como ejemplo a seguir en otros pueblos por el papel que juega para que “las casas sigan abiertas” ya que, según el Presidente, no solo han dado con una parcela en la economía local sino que también “saben comercializarlo y son capaces de crear una marca para entrar en los mercados”. Además de lugar de encuentro, de exponer los productos y venderlos, para el responsable provincial la promoción de esta feria “incita a la gente a venir aquí, es otra de manera de generar actividad económica”. Ha valorado el hecho de que sea la única feria de estas características que hay en toda la provincia y de las pocas de Aragón, mientras también aludía al producto en sí mismo: “se ha cultivado en todos los sitios, incluso se dijo que había erradicado el hambre en Europa cuando la patata vino de América”.
A este respecto se refería también el alcalde de Chía, Enrique Barrau, quien explicaba que “ha sido mucho el trabajo realizado”, pero ya habla de una fiesta que “se está consolidando y con la que la población se da a conocer”. “Para que los pueblos pervivan, no se necesitan grandes proyectos ni grandes infraestructuras, sino apoyar en lo necesario para que la gente se quede aquí”, ha defendido Barrau mientras apuntaba que “la vida en los pueblos es dura”, de ahí que pida que “no se olvide a los pueblos y nos vayan apoyando”.
Como ha recordado Arturo Lanau, presidente de la Asociación de productores de la patata de Chía, el cultivo lleva realizándose de manera continuada por los vecinos pero hasta hace unos años se limitaba a algo propio y no se habían tenido en cuenta las posibilidades de comercializarla. A raíz de esa comercialización se vio la necesidad de crear una Asociación que reuniera a los productores de la localidad. Ahora son siete socios, y llega al consumidor final a través del Centro El Remós, que se dedica a la inserción laboral de las personas con discapacidad en el valle de Benasque. Aurelio García ha contado su implicación en este proyecto: ellos realizan el embolsado, la comercialización y distribución de toda la producción y durante la jornada de hoy han estado en el puesto de venta al público.
La patata colgada, un receta tradicional también recuperada
La degustación se ha realizado con un plato típico de la zona, la patata colgada. En una gran hoguera y una vez reducidas las brasas, se asan patatas y cebollas envueltas y una vez cocidas se mezclan con pimientos rojos y sardinas. Así y aliñadas con aceite y sal es como hoy han probado este productos los visitantes en la plaza Mayor de esta localidad ribagorzana. También ha habido un taller de tapas, al frente del que ha estado el restaurador Antonio Arazo, con cuatro platos que tenían en común este ingrediente: caldereta con masito y setas de temporada, papas con mojo picón, crujiente de pieles de patata y tortilla de patata con huevos ecológicos y cebolla caramelizada.
Esta Feria también lleva aparejada otras actividades para el entretenimiento del público, como es el mercado artesanal con una veintena de puestos, la exposición ganadera o manualidades y juegos con la patata para los más pequeños.
La patata se vende en dos formatos, de 3 y de 25 kilos. La primera, una bolsa reciclada en papel, ha sido diseñada especialmente para esta patata y permite conservar en mejor estado el producto. Quien ha adquirido este paquete, cuyo precio por kilo oscila en los 3,90, se lleva también consigo la historia de este tubérculo.
La actividad más destacada en el calendario es esta feria pero también participan en otros eventos agroalimentarios y han comenzado a organizar visitas guiadas a las zonas de plantación para ver las distintas etapas del proceso de la patata. En cuanto a la investigación, la Asociación quiere “obtener buenas producciones con el menor daño posible al entorno natural en el que se cultivan”, y para ello estudian las técnicas de cultivo tradicionales respetando el medio ambiente.
Cultivo con técnicas tradicionales
El de la patata es un cultivo que los productores de Chía “realizamos con mucho mimo y entusiasmo y que parece que tiene gran aceptación por el público”, cuenta Arturo Lanau. Debido fundamentalmente al éxito de la Feria, explica que no podemos abastecer a la cantidad de pedidos que se realizan año tras año.
Para su cultivo, se ha procurado recuperar las técnicas tradicionales basadas en la rotación de cultivo y en la tracción animales para las labores fundamentales como son el paso de la ersa, el rastrillo que arrastra el caballo, y el aporcado de tierra.
Poco a poco las grandes explotaciones y la ganadería extensiva fueron desplazando su cultivo y, como apunta el presidente de los productores, “ahora que la sociedad está más
concienciada sobre la calidad de los productos que se consumen, es cuando hemos apostado por recuperar este producto”, que en los años 50 permitió el desarrollo del pueblo y que es muy apreciado por la gente del lugar. Numerosos eran los mercaderes que estaban interesados en la patata de Chía y muchos también los vecinos que se dedicaban a su cultivo.
La siembra de este tubérculo se realiza en el mes de mayo y la patata cubre todo su ciclo sin tener ningún tipo de “estrés” hasta su recolección en el mes de octubre, debido a temperaturas suaves y altas pluviometrías. Así es cómo se llega a la patata de Chía que hoy ha demostrado ser única en sabor y textura gracias a la altitud, al microclima y a las técnicas de cultivo donde no se utilizan productos fitosanitarios.
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