Este fin de semana el PSOE ha consultado con sus bases el pacto con la nueva derecha ciudadana dando como resultado un respaldo cerrado al mismo entre los votos emitidos. El acuerdo con Ciudadanos ha generado, a lo largo de la pasada semana, una explosión de comentarios en las redes y en los medios de comunicación incidiendo en la oportunidad o no de dicho pacto, en la necesidad de sacar a Rajoy, en la estabilidad de España, en el cambio… y sobre todo en muchas críticas por pactar con un partido que el mismo Sánchez tildaba (y con acierto) de derecha renovada, PP camuflado o PP al cuadrado. El debate se ha cocinado y el plato se ha servido: mayoritariamente se ha votado a favor del acuerdo. Tan sólo los militantes del Altoaragón han votado en contra.
Se ha dicho que esta provincia es la esperanza, la esencia del verdadero PSOE. Creo que nada más lejos de la realidad. Más allá de si los votos negativos han sido por la presunta desaparición de las diputaciones provinciales o por si Ciudadanos es un partido de derechas, lo cierto es que la esencia del verdadero PSOE han sido las otras 49 provincias españolas convirtiéndose la provincia de Huesca en una sorpresa.
Y además creo firmemente que así debe ser, no la excepción, sino el resultado de la consulta. Lo normal, lo lógico, lo deducible de la trayectoria del PSOE es que pacte con la derecha. Es más, es lo razonable. No es la primera vez que lo hace. Allá por el año 1993, tras una dura campaña electoral en la que el PSOE se centró en el “peligro de la derecha”, pudo elegir entre la CiU de Pujol y la IU de Anguita. Y lo hizo. Desde entonces las políticas de pacto del PSOE siempre han mirado a su derecha. Pero no sólo de cara a los dichos, también a los hechos. El PSOE modificó el 135 de la Constitución, es favorable (y así lo vota) al TTIP, se posiciona a favor de las misiones de bombardeo de la OTAN y se ha convertido en su alumno aventajado (recordemos la figura de Javier Solana), ha sido cómplice de los vuelos secretos de Estados Unidos, no es partidario de una banca pública, privatizó el sector eléctrico, realizó dos indultos fiscales y así un largo etcétera que no es necesario reflejar en estas líneas ya que ocuparía todo el espacio disponible.
Hoy vuelve a pasar lo mismo. Nuevamente pacta con la derecha. Lo curioso del caso no es que lo haga, insisto que es lo normal, es más, es lo saludable, es bueno que cada cual esté en su sitio, sin máscaras venecianas y con el maquillaje justo para no desfigurar lo que realmente hay detrás, lo curioso del caso, decía, es que todavía existan un montón de almas cándidas que se lleven las manos a la cabeza denunciando que el PSOE prefiere pactar con la derecha que con la izquierda. ¿Acaso no lo sabían ya? ¿En qué país están viviendo? ¿Qué es lo que creían que quería decir eso de PPSOE? ¿O eso del bipartidismo? ¿Tan sólo una forma de expresión? No, el PSOE es uno de los partidos que sustentan el régimen vigente, eso lo sabe su militancia aunque al parecer tan sólo algunas de las personas de la izquierda ya que el resto se escandalizan cuando el PSOE hace lo que debe.
Hay que celebrar que el PSOE sea más democrático internamente que el PP, que sus estructuras sean más flexibles y que sus dirigentes estén sometidos a debate y sean cuestionados pero eso no significa que el PSOE prefiera a la izquierda en vez de a la derecha. Una consulta de estas características es como preguntar a la masa social del Real Madrid su opinión sobre el Barcelona. Será una consulta democrática, pero se sabe de antemano el resultado de la misma. No, no hay diferencia entre la dirigencia del PSOE y sus bases, como gusta decir a según quién. Las bases votan, eligen y deciden. Es cierto que es un partido democrático, pero no es de izquierdas.
En definitiva, sin entrar en los motivos del resultado altoaragonés, cabe decir que en el PSOE ha pasado lo que tenía que pasar. Ahora solo falta que se enteren los de PODEMOS, los de IU, los de CHA, los de COMPROMÍS… Todos ellos tienen que darse cuenta que la realidad es tozuda y que la política, para ser válida, no puede ser nominalista. La definición de cada cual no es como se hace llamar, ni lo que dice, es lo que hace.
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